diumenge, 28 d’abril del 2019

LA PÉRDIDA DE BELMONTE


6. LA PÉRDIDA DE BELMONTE (SIGLO VIII. BELMONTE)

A comienzos del siglo VIII, como ocurriera en todos los pueblos de la comarca, Belmonte había sucumbido a las armas musulmanas. Una nueva administración gobernó el municipio, en el que trataron de convivir moros y cristianos separados en dos núcleos distintos. Los primeros habitaban la parte baja de casco urbano; los cristianos, la parte alta del pueblo, en el castillo, de modo que nunca podrían huir sin pasar por la parte dominada por los moros.
En un momento en el que las relaciones entre ambas comunidades se crisparon, los musulmanes acorralaron a los cristianos, que se hicieron fuertes en el castillo. La situación se hizo tan insostenible para éstos que pensaron seriamente en la rendición. Si tardaron algún tiempo más de lo que cabía esperar, dadas las circunstancias precarias en las que se hallaban, se debió a un hecho extraordinario que ocurrió una tarde.
En efecto, mientras los hombres velaban en las troneras de la muralla, las mujeres cosían y repasaban la ropa en lugar aparte aprovechando los rayos del sol. Fue entonces cuando la Virgen se les apareció, recomendándoles que aconsejaran a sus maridos e hijos que no se entregaran. En testimonio de aquella aparición, y para que los hombres no tuvieran duda de cuanto les decían, les dejó el recuerdo de una talla de su imagen.
Tras comentar lo ocurrido, decidieron entre todos no entregarse y resistir, hasta que la evidencia de la superioridad musulmana les aconsejó dejar las armas, tras pactar que serían respetadas sus vidas. No obstante, antes de rendirse pensaron qué hacer con la talla de la Virgen, cuya integridad corría peligro. Y decidieron construir una pequeña cámara en un lienzo del muro, emparedando la imagen hasta que llegara el momento de la libertad.
Pasaron los años e incluso los siglos. Belmonte fue liberado por las tropas de Alfonso I y la población cristiana resurgió. Pero nadie se acordaba de la imagen de la Virgen. La paz y las nuevas tácticas militares hicieron inútil el castillo, que poco a poco se fue desmoronando, tanto que un día quedó al descubierto la imagen de la Virgen, a la que se le construyó y dedicó una ermita, la de «Nuestra Señora del Castillo», todavía en pie sobre las ruinas de la antigua fortaleza.

[Ricardo Blasco, Francisco Jurado, Jesús Pablo, Silvia Pablo y Yolanda Rodrigo, en La Voz de la Comarca (coord. de Mª Gloria Magaña y Lino de Miguel), Colegio «Augusta Bílbilis». Calatayud.]




https://es.wikipedia.org/wiki/Belmonte_de_Graci%C3%A1n

LA PÉRDIDA DE BELMONTE (SIGLO VIII. BELMONTE)


LA PÉRDIDA Y DESPOBLAMIENTO DE NOVILLAS


5. LA PÉRDIDA Y DESPOBLAMIENTO DE NOVILLAS (SIGLO VIII. MALLÉN)

Ante las noticias que llegaban con insistencia cada vez mayor, los habitantes del pequeño pueblo de Novillas, situado en la orilla derecha del río Ebro, dudaban acerca de qué determinación tomar. Una tarde, llegó presuroso y alarmante el anuncio de que las banderas de la media luna, victoriosas ante el importante enclave de Tudela, se preparaban para marchar contra Zaragoza, considerada como la llave del valle del Ebro. En rápida asamblea reunida frente a la iglesia, decidieron en común abandonar sus casas aquella misma noche, dirigiéndose hacia la población de Tauste, donde esperaban encontrar cobijo. Novillas quedó totalmente desierto.
A la mañana siguiente, conocedores de esta huida masiva y precipitada los cristianos de Mallén, población que todavía permanecía libre, organizaron una expedición compuesta por veinticuatro vecinos, quienes —con el sacerdote al frente y sin mostrar ningún miedo a los moros que estaban ya acampados ante su vista— se dirigieron a Novillas. Naturalmente, las calles estaban absolutamente desiertas y las casas vacías.
Con sigilo, se dirigieron a la iglesia. Dentro, en una hornacina del altar mayor, vieron lo que buscaban. Era la talla de una venerada imagen de la Virgen. La cogieron, la envolvieron entre unos paños y comenzaron el camino de regreso a Mallén sin que tuvieran contratiempo alguno.
En previsión de que los musulmanes pudieran atentar contra la imagen si entraban y tomaban Mallén, la escondieron hasta que llegaran tiempos mejores. En efecto, Mallén fue conquistado y durante cuatro siglos estuvo en poder moro. Buena parte de la población cristiana, al contrario que en el caso de Novillas, que fue arrasado, permaneció en sus hogares.
Cuando Alfonso I el Batalladorreconquistó tanto Mallén como Novillas, los liberados cristianos de Mallén desenterraron la imagen y no teniendo a quién devolvérsela, puesto que Novillas había quedado totalmente desierta y así permaneció durante cuatrocientos años, decidieron depositarla en su iglesia parroquial, donde todavía se venera cada día 8 de septiembre.
[Datos proporcionados por Gemma Lalaguna, Colegio «Manlia». Mallén. Córdoba y Franco, Francisco J., Manlia y Mallén..., págs. 35-37.]


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https://www.elperiodicodearagon.com/noticias/la-cronica-del-campo-de-borja/biblioteca-recibe-encuentros-escritores-talleres-premios_1338623.html

https://es.wikipedia.org/wiki/Mall%C3%A9n

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LA RESISTENCIA DE TRASOBARES A LOS MOROS


4. LA RESISTENCIA DE TRASOBARES A LOS MOROS (SIGLO VIII. TRASOBARES)

La conquista del valle del Ebro por los musulmanes una vez que atravesaron el estrecho de Gibraltar fue meteórica, en buena parte debido a las múltiples capitulaciones que lograron, es decir, sin que mediara resistencia armada y sí pacto.
Pero este no fue, ni mucho menos, el caso del poblado que pronto sería llamado Trasobares, cuyos habitantes decidieron atrincherarse tras las defensas de adobe y piedra que rodeaban al castillo, prefiriendo la lucha y la resistencia hasta la muerte antes que entregar las llaves de su pueblo a los invasores. Hicieron acopio de grano, aceite y animales para el sacrificio y repararon las conducciones de agua de las calles para que la recogida de la lluvia fuera a parar toda a los aljibes sin que se perdiera ni una sola gota.
La defensa de aquellos hombres y mujeres —pues participaron todos— fue heroica, manteniendo a raya a los asaltantes. Y perfectamente organizada, pues cada uno, incluidos los niños y ancianos, tenía asignada una misión concreta. Pero de entre todos los defensores destacaba la personalidad y el arrojo de tres auténticos capitanes del poblado cuyos nombres conocemos: Hernando Sánchez, García Aznar y Beltrán Gascón.
Para los combatientes moros —acostumbrados a vencer con rapidez allí por donde pasaban y que aquí tuvieron que prepararse para mantener un asedio que no esperaban ante alcázar tan pequeño— aquellos tres valientes
—«trium obantium» les denominaban los cristianos en su latín— se convirtieron en un escollo de difícil superación que prolongó en demasía la caída del castillo durante algunas semanas.
Poco a poco, a la fortaleza y al pueblo —cuyo nombre desconocían los sitiadores— se les fue llamando como los de «trium obantium» —el de los
«tres valientes»—, denominación que con el paso del tiempo fue transformándose hasta derivar en Trasobares, tal como se le conoce hoy.
[Recogida oralmente.]


https://es.wikipedia.org/wiki/Trasobares