divendres, 3 de maig del 2019

LA TRAICIÓN DEL MORO GLAFAR


2.43. LA TRAICIÓN DEL MORO GLAFAR (SIGLO XI. RUEDA DE JALÓN)

A mediados del siglo XI, todo Al-Andalus se había cuarteado en más de cien feudos musulmanes más o menos grandes —los llamados reinos de taifas—, destacando entre todos ellos la taifa sarakustí, que tenía su corte en el bello palacio de la Aljafería, todavía en pie, y cuya construcción tuvo lugar a la vez que se levantaba la catedral jaquesa.

LA TRAICIÓN DEL MORO GLAFAR (SIGLO XI. RUEDA DE JALÓN), Aljafería


No obstante, los importantes reyes taifales zaragozanos edificaron y mantuvieron otras residencias, cual es el caso del entonces inexpugnable castillo de Rueda, elevado a la vera del río Jalón, fortaleza que fue corte de GinfarAmad, hijo de rey de Sarakusta Abdel-Mech, hasta que tuvo que entregarlo a Alfonso I el Batallador, en 1118, como consecuencia de la caída de Zaragoza.

castillo de Rueda, elevado a la vera del río Jalón, fortaleza que fue corte de GinfarAmad, hijo de rey de Sarakusta Abdel-Mech

Pocos años antes, en 1084, el moro Glafar —que ya tenía problemas de supervivencia para mantener independiente su feudo— fingió que estaba dispuesto a hacer entrega del castillo a los cristianos a cambio del cumplimiento de determinadas condiciones, cuando, en realidad, lo que pretendía era ganar tiempo y apoderarse del mismo monarca aragonés.
Aunque no logró su propósito, puesto que fue descubierto con suficiente antelación, hizo que sus secuaces apresaran y asesinaran a los infantes pamploneses Sancho y Ramiro Garcés, hijos del rey, así como al conde Nuño Álvarez de Lara y al conde González Salvadórez, «Cuatro manos», entre otros caballeros. La venganza de la traición quedó pendiente por el momento.
[Bernal, José, Tradiciones..., pág. 222.]


El castillo de Rueda de Jalón es un castillo medieval de propiedad particular situado en el municipio zaragozano de Rueda de Jalón y que se encuentra en grave riesgo ruina.


Rueda de Jalón llamada en otros tiempos Rota o Rotalyeu, fue conquistada por los Banu Casi, de Zaragoza en el año 882. Existen noticias de que en 935 fue sitiado por Durrí, general de Abderramán III, cuando estaba en manos de Tuchibí, del reino de taifa de Zaragoza.
En el año 1083, siendo alcaide de la fortaleza el caudillo Al-Mustaín, Alfonso VI de Castilla plantó cerco aunque no llegó a conquistarla. Posteriormente, Amed-Saif-Dola, hijo y sucesor en Rueda de Beni Hud, cambió el lugar con Alfonso VII de Castilla por un terreno en Toledo. Por fin, la plaza fue definitivamente reconquistada por Alfonso I el Batallador.

Constan como tenentes de Alfonso II de Aragón entre otros Pedro Ortiz en 1165 o Ortún de Sotiu en 1178. En 1228 Alfonso III de Aragón entregó el castillo a los nobles de la Unión. Jaime II de Aragón lo entregó en rehenes a su prometida Isabel de Castilla y en 1291 aparece como propiedad de Lope Ferrench de Luna, VII señor de Luna y siguió en tenencia de los Luna hasta 1315. En 1391 Juan I de Aragón lo vendió a Ramón de Perelló, dos años después lo compró el señor de Épila, que lo unió a sus señoríos, convirtiéndose más tarde en vizconde de Rueda.

La fortaleza es un amplio recinto triangular situado sobre un espolón inaccesible por dos de sus lados accediéndose por el tercero donde se encontraba la puerta de acceso al recinto que hoy día no existe. El recinto se distribuye en tres niveles escalonados.
En el más alto tenemos una torre, que ha perdido el remate y la puerta de acceso. En el nivel medio queda un lienzo de muralla en el que se pueden reconocer los arranques de los muros de varias dependencias rectangulares y algunos muros de tapial que serían la zona residencial. El nivel inferior era el más amplio y llano, pero apenas quedan restos visibles.

Se conserva un tramo de muralla almenada que conecta con una torre albarrana que protegía el acceso. Esta torre es de planta cuadrada, con puerta y ventanas de estilo caifal. También se conserva un aljibe subterráneo, al que se puede acceder por unas escaleras talladas en la roca. En lo alto de la montaña se alzan dos hermosas torres cuadradas construidas en tapial. El castillo se encuentra en estado ruinoso, aunque conservando algunos muros de considerable volumen formando un conjunto de importancia relevante. Se encuentra en un estado de conservación lamentable lo que hace que esté incluido en la Lista roja de patrimonio en peligro (España).






Una amplia gama de talleres para formarte en todas las áreas del marketing actual: Redes Sociales, posicionamiento SEO, diseño web con Wordpress...

LA HUIDA DE UNA REINA TAIFAL


2.42. LA HUIDA DE UNA REINA TAIFAL (SIGLO XI. GALLUR)

Con la llegada de los musulmanes al valle del Ebro, la caída de Zaragoza Sarakusta desde entonces— provocó la toma rápida de todas las poblaciones de su entorno, entre ellas Gallur. El cambio de administración supuso la islamización de la mayor parte de sus habitantes, aunque algunos continuaron fieles a su religión cristiana: eran los mozárabes.
Cuando en el siglo XI el Califato cordobés se fraccionó en multitud de reinos taifales —pequeños feudos regidos por reyes propios, entre los que destacaron los de Sevilla, Badajoz, Toledo o Zaragoza—, Gallur formó parte de esta constelación y, desde su atalaya, dominó un pequeño territorio integrado por siete poblaciones. Era de los pocos, quizás el único, de los reinos de taifa gobernado por una mujer.
La vida de la mayor parte de estos pequeños feudos musulmanes fue efímera, bien por ser absorbidos por otros más poderosos, como el de Sarakusta, bien por sucumbir a manos de los ejércitos cristianos.
Lo cierto es que el reino de Gallur se derrumbó en la práctica sin oposición. Bastó tan sólo para ello que los asaltantes cristianos superaran las barreras artificiales que defendían a la población por el sur y el este. Por el norte, el asalto era casi imposible, puesto que existía la doble defensa natural del río Ebro y de la cantera.
Ante aquel ataque, la reina, que iba acompañada por varios de sus súbditos —cargados con armas, enseres y tesoros— se dirigió a la entrada de un enorme pasadizo, de más de seiscientos metros de longitud, que iba a parar a la cantera y al río, en la parte norte, desde donde se podía huir. Era lo que se conoce como «caño de los moros». Pero lo cierto es nunca llegaron a la salida, pues un accidente les debió dejar atrapados en las entrañas de la tierra junto con tan extraordinario botín.

Durante siglos, al eco de esta noticia, han sido muchos los que han tratado de profundizar en el «caño de los moros», pero nadie ha podido dar con el tesoro que la reina pretendía llevarse.
[Datos proporcionados por J. Ramón Belsué, José A. Navarro y Agustín Sierra, Instituto de Bachillerato de Borja.]

caño de los moros, tesoro, reina mora, taifas, Gallur






SANTIAGO AYUDA AL CID EN TORRENUBLOS


2.41. SANTIAGO AYUDA AL CID EN TORRENUBLOS (SIGLO XI. LA IGLESUELA DEL CID)

Durante una de las varias expediciones que realizó Rodrigo Díaz de Vivar por las altas y hermosas tierras del Maestrazgo, camino de sus dominios levantinos, intentando debilitar las fuerzas musulmanas de su retaguardia, se vio en la necesidad de entablar batalla con un potente contingente armado musulmán, encuentro que tuvo como escenario concreto la llanada que da entrada a la actual ermita del Cid, donde se dice que había fundado el poblado de Torrenublos, cerca de La Iglesuela del Cid.
Las huestes cristianas de don Rodrigo, habituadas a vencer en mil escaramuzas y batallas, se vieron en esta ocasión acorraladas por un ejército mucho mayor en número y más descansado. La derrota estaba a punto de consumarse sin remedio, lo cual podía haber tenido consecuencias negativas importantes en las tierras de Levante.
Sin embargo, al grito habitual de guerra de «¡Santiago y cierra España!» de los desesperados soldados del Cid, apareció milagrosa e inmediatamente el Apóstol, cabalgando sobre un hermoso caballo, mostrando la cruz de san Jorgesobre su estandarte blanco. Su silueta se recortó enhiesta en el cielo, sobre la Peña del Morrón. El jinete, espoleando a la bestia, logró de ésta un fantástico salto, de modo que se presentó en la explanada en la que tenía lugar la desigual pelea. Debido al peso del caballo y del jinete, caídos desde tan larga distancia, la pata izquierda del corcel quedó marcada en la roca dura, señal que todavía puede verse hoy, a pesar del tiempo transcurrido.
Ni que decir tiene que esta ayuda inesperada dio bríos nuevos a los guerreros cristianos, a la vez que los combatientes moros quedaron atónitos y asustados, acabando por perder una batalla que sólo unos minutos antes creían tener ganada.

Cuando todo acabó, una vez atendidos los heridos y enterrados los muertos, tras poner a buen recaudo los cautivos moros y habiendo sido repartido el botín, el Cid dio descanso a los suyos. Mientras, junto a la huella que dejara la pata del caballo, se levantó un hermoso peirón, a la manera de estas tierras turolenses, dedicado al Apóstol, al que por aquí se le llamaba no Santiago sino san Jaime. Quiso el Cid recordar así la victoria que consiguiera merced a su intervención milagrosa.
[Faci, Roque A., Aragón..., II, págs. 44-45.
Alejos Puig-Izquierdo, Fidel, La Iglesuela del Cid..., pág. 62.]


https://es.wikipedia.org/wiki/Santiago_el_Mayor


http://worldcat.org/identities/lccn-n96043623

https://es.wikipedia.org/wiki/La_Iglesuela_del_Cid

SANTIAGO AYUDA AL CID EN TORRENUBLOS (SIGLO XI. LA IGLESUELA DEL CID)