Presentación de los resultados de la encuesta de usos lingüísticos en la Franja del meu cul.
Se trata de una investigación que se ha llevado a cabo bajo el auspicio de Campus Iberus y la Direcció General de Política Lingüística de Cataluña, en la que han intervenido lingüistas y sociólogos de las universidades de Zaragoza, Lleida y Tarragona.
El pasado miércoles, 31 de mayo de 2017, se presentaron en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras los resultados de la Encuesta de Usos Lingüísticos en la Franja de Aragón, realizada en 2014, y que se ha llevado a cabo gracias al convenio que en 2015 firmaron Campus Iberus y la Direcció General de Política Lingüística de Cataluña, con el apoyo a partir de 2016 de la Dirección General de Política Lingüística de Aragón. Ello permitió que, además de los técnicos de la citada Direcció General catalana (Joan Solé y Anna Torrijos), intervinieran en el estudio de los datos investigadores de la Universidad de Zaragoza (Chabier Gimeno, Javier Giralt, Miguel Montañés, Maite Moret , Ánchel Reyes), de la Universitat de Lleida (Ramon Sistac) y de la Universitat Rovira y Virgili de Tarragona (Natxo Sorolla).
Uno de los primeros datos que ofrece el estudio es que, en términos poblacionales, los 47.631 habitantes de la Franja en 2014 representan el 3,59% de la masa demográfica de Aragón y el 0,35% del conjunto de los territorios de lengua catalana. Se trata de una población muy envejecida, a la que se han incorporado un importante número de alóctonos que condiciona en buena medida los resultados obtenidos.
El análisis del conocimiento lingüístico del catalán pone de manifiesto que sigue siendo mayoritaria la población que entiende el catalán y lo sabe hablar, frente a aquella que lo sabe leer y escribir; pero, también es cierto que, en relación con los datos existentes en 2004, han aumentado notablemente los porcentajes de aquellos que lo leen y escriben (especialmente entre los más jóvenes).
El catalán sigue siendo la lengua inicial de la mayoría de los hablantes, la lengua de identificación principal y también la más habitual, aunque la presencia del castellano aumenta en los tres parámetros, lo cual lleva a pensar que la capacidad de atracción del catalán hacia los extranjeros es más bien limitada. También se puede afirmar que hay cierta estabilidad en la transmisión generacional del catalán.
Por lo que respecta a los usos interpersonales, el empleo del catalán es ligeramente superior al castellano, si bien los castellanohablantes no suelen usar el catalán nunca, mientras que los catalanohablantes sí utilizan el castellano en muchas ocasiones (un 22% de los encuestados afirma que nunca usa el catalán). El catalán suele prevalecer en las comunicaciones más privadas (hogar, vecinos, amigos), pero decae claramente con los compañeros de estudio o el trabajo. En los ámbitos públicos predomina el castellano, con un cierto equilibrio en las tiendas y en la administración local. En general, el catalanohablante se adapta a la lengua del interlocutor, lo cual no suele ocurrir en sentido contrario.
En cuanto a la percepción sobre la unidad de la lengua, se reconoce mayoritariamente que en la Franja se habla el mismo idioma que en otros territorios del ámbito de la lengua catalana. Esto se traduce en un cambio espectacular en la denominación de la lengua: el 45,6% responde espontáneamente que el nombre es catalán, el 27,7% utiliza gentilicios locales (fragatí, tamarità) y solo el 26,7% emplea el peyorativo xapurriat (y variantes). Chapurriau.
Parece, pues, que todos los datos apuntan en la misma dirección: a pesar del medio hostil, el catalán goza todavía de una vitalidad casi insólita, nada habitual en las lenguas sometidas a procesos de minorización. Sin embargo, en todos los ámbitos estudiados el catalán ha experimentado un retroceso. El desencadenante de ello ha sido la transformación demográfica. Los cambios en la composición de la población han sido de los más destacables de la historia reciente. Por un lado, ha continuado el éxodo de las zonas más rurales hacia las poblaciones grandes; un éxodo que afecta muy especialmente a la gente más joven y con estudios, es decir, aquella que tiene una mayor capacidad dinamizadora y que puede servir de modelo a nuevos habitantes. Por otro, la llegada masiva de foráneos, básicamente extranjeros.
Pero la inmigración no es la única causa del descenso del uso del catalán. Ha sido el detonante, pero hay causas más profundas. La socialización en catalán está debilitada, pues está ganando terreno el castellano, fundamentalmente por la actitud contemporizadora y adaptable de los catalanohablantes. I tampoco ayuda demasiado la inexistencia de un reconocimiento social y político del catalán como lengua de Aragón desde el interior de la propia comunidad autónoma. Sin una normalización planificada del catalán el medio será cada vez más hostil y en cualquier momento se podrá producir un proceso generalizado de sustitución lingüística.
A pesar de todo, hay algunos signos esperanzadores. El mantenimiento de la transmisión generacional es uno de ellos. También lo es el aumento de la capacidad de lectura y escritura en catalán, sobre todo entre las generaciones más jóvenes. Igualmente es un factor de equilibrio la normalidad con la que se emplea en catalán con las poblaciones vecinas catalanas, con las que se suele tener un contacto cotidiano. Asimismo, mejora la percepción del estado de la lengua por parte de sus usuarios. Y el hecho de que la denominación “catalán” esté ganando terreno es el más esperanzador de todos, ya que indica un cambio de estatus y conciencia lingüística importante.
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