divendres, 21 de desembre del 2018

GRECIA Y LAS LETRAS CATALANAS

GRECIA Y LAS LETRAS CATALANAS

La realidad griega en la ficción del “Tirant”

Júlia Butinyà Jiménez (UNED)

Antonio Cortijo (University of California)

Vicent Martines (ISIC-IVITRA, Universitat d’Alacant)

Fullerton, California (United States of America)


ISSN: 2327-4751

eISSN: 2327-476X http://miar.ub.edu/issn/2327-4751

Studia Iberica et Americana (SIBA) is a peer-reviewed journal hosted by the Department of Modern Languages and Literatures at California State University-Fullerton. It is published annually (January) in print and digital formats. Founded in 2014 by Professor Enric Mallorquí-Ruscalleda, SIBA emerged from the international consortium formed by the following universities: California State University-Fullerton, Center for Medieval Studies-University of São Paulo, University of Girona, Prometeo/ISIC-IVITRA/University of Alicante, the Seu Universitària de la Nucía (Alicante), and Pablo de Olavide University.

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TABLE OF CONTENTS

ARTICLES

JÚLIA BUTINYÀ; ANTONIO CORTIJO; VICENT MARTINES

Presentació: Grècia i les lletres catalanes……………………………8

HELENA BADELL

L’ús del guió en Kavafis i en les versions de Carles Riba i d'Alexis E.

Solà: qüestions de traducció, mètrica i poètica. 12

MARCO ANTONIO CORONEL

Admiración y censura de Grecia en el “De Disciplinis” de Juan Luis
Vives: el ejemplo de la Corrupción de las Artes 40

http://revistaseug.ugr.es/index.php/florentia/article/download/4416/4323

ANTONIO CORTIJO

Grecia y Corella: “la utopía amorosa”…………………………...…..68

VICENT JOSEP ESCARTÍ

L’atracció pel món clàssic: de Bizanci a Grècia i Troia (ss. XIII-XV) 79

SÒNIA GROS

Boccaccio i la novel·la sentimental grega al “Curial” ........………....94

MARÍA DE HOCES LOMBA

La socratización de Metge. Apología y reinvención en “Lo somni” .127

ILIAS OIKONOMOPOULOS

Contactos del humanismo con el mundo griego. Eruditos de Bizancio

desde 1261 hasta 1453 y profesores de griego bizantinos en el

Occidente…………………………………………………………….143

MANUEL SERRANO

La realidad griega en la ficción del “Tirant”.…………………..…. 181

BOOK REVIEWS

Carme de la Mota y Gemma Puigvert. Eds. La investigación en humanidades. Madrid: Biblioteca Nueva, 2009…………………..…197

(DAVID AGUILERA)

Maria Barceló Crespí i Gabriel Ensenyat Pujol. Clergues il·lustrats. Un cercle humanista a l’entorn de la Seu de Mallorca (1450-1550). Col·lecció Seu de Mallorca 6. Palma de Mallorca: Publicacions Catedral de Mallorca, 2013………………………………………… 201

(ANTONIO CORTIJO)

Emily C. Francomano. Pere Torrellas and Juan de Flores. Three Spanish Querelle Texts: Grisel and Mirabella. The Slander against Women, and The Defense of Ladies against Slanderers. Toronto: Iter,

Center for Reformation and Renaissance Studies, 2013………………………………………………………………….204

(ANTONIO CORTIJO)

181

Manuel Serrano

La realidad griega en la ficción del “Tirant”

Uniwersytet Jagielloński Kraków-Universidad de Alicante

Resumen: Durante la segunda mitad del siglo XV tienen lugar dos hechos que están conectados en nuestro trabajo: la caída de Constantinopla y la composición de la novela Tirant Lo Blanch. El artículo examina el plano histórico del Imperio Bizantino desde la presencia de la Compañía Catalana hasta el final del Imperio, y su uso por parte de J. Martorell al componer su gran obra.

Abstract: During the second half of the s. XV occur two facts that are connected to our work: the fall of Constantinople and the composition of the novel Tirant Lo Blanch. The article examines the historical background of the Byzantine Empire from the presence of the Catalan Company until the end of the Empire and the use of them made by J. Martorell to compose his masterpiece.

Palabras clave: Imperio bizantino, Tirant, literatura, historia.

Key words: Byzantine empire, Tirant, literature, history.

Στην µνήµη του Στυλιανού Αλεξίου

Cuando finalmente en 1490 ve la luz en Valencia la novela de caballerías Tirant lo Blanch firmada por el escritor Joanot Martorell, se encuentra todavía fresca en la memoria de la Cristiandad, y por supuesto en la de nuestro escritor, uno de los acontecimientos más luctuosos ocurridos en el milenio anterior que dejará una honda y triste consecuencia para los cristianos de Oriente: la pérdida en 1453 de Constantinopla, capital del Imperio Romano de Oriente, la llamada

Nueva Roma. Nuestro escritor se encuentra activo en esta precisa época. Concretamente en los años de le pérdida de Constantinopla, Martorell se encuentra en Nápoles, sede de Alfonso V de Aragón, el Magnánimo, como asistente. El escritor había viajado anteriormente por muchos otros reinos europeos de entonces, que convierte posteriormente en escenarios de su gran obra, aunque no tenemos constancia de que viajara o conociera de primera mano la realidad oriental del s. XV, con la decadencia del Imperio Bizantino y la paulatina ascensión del Imperio Otomano.

Como quiera que ello sea, la literatura científica especializada considera generalmente que el escritor valenciano comenzó a escribir la obra en torno a

La fuente española más verídica y más próxima a los hechos desde el punto de vista histórico es el viaje de Pero Tafur a Constantinopla de finales de 1430.

http://arbor.revistas.csic.es/index.php/arbor/article/download/457/458

1460, concluyéndola, en 1464, ya que su muerte se fecha en 1468.

Escenarios del Imperio Bizantino en la obra del Tirant lo Blanch.

Aunque hemos referido ya anteriormente que no nos consta en su biografía relación viajera alguna, lo cierto es que una parte sustancial de la obra del escritor valenciano discurre por territorios del imperio bizantino, en la que destaca su capital Constantinopla. Para ello Martorell acude a fuentes históricas, pero no solamente de la primera mitad del s. XV que el escritor las vive de primera mano, sino a otras fuentes históricas anteriores de la historia de Grecia que le sirvan al escritor valenciano para recrear un aura de legendaria de su protagonista principal.

Parece que la gran mayoría de los estudiosos de la obra de Martorell aceptan que el escritor valenciano se basó en las andanzas de otro personaje histórico, que estuvo activo y en contacto con el imperio bizantino a comienzos del s. XIV, un siglo y medio antes de la composición del Tirant. Se trata de Roger de Flor, cuyas gestas al mando de los Almogávares o Compañía Catalana fueron descritas ya en desde antiguo. Citaremos en primer término

Sobre la biografía, composición y autoría del Tirant:
Marinescu, 1979, 410-414. Riquer, 1990 y 1992 da la razón a Marinescu y admite la redacción única de la obra por parte de Martorell; asimismo hay que consultar d’Olwer, 1961, 141-42.


Muy interesante en este sentido la aportación de Hauf, 2003, 327-357 que examina la relación entre textos literarios y acontecimientos históricos de aquel tiempo.

Riquer es el primero que reseña la similitud entre Tirant y Roger de Flor. Sin embargo, Marinescu siempre sostuvo que se trataba del caballero transilvano al servicio de Hungría, J. Hunyadi. Vid. Marinescu, 1979, 417 ss.

La bibliografía es obviamente muy prolija y me ocuparé en primer lugar de los investigadores actuales más destacados según mi opinión. Sin duda, es preciso señalar entre todos los trabajos el extenso y magnífico estudio de Marcos 2003, 23-78, a mi juicio, el que mejor describe el trasfondo histórico y la peripecia de la presencia catalana en esta época en el Imperio Bizantino. En ella se recogen múltiples referencias al estudio señero sobre esta época histórica de A. Rubió i Lluch reeditado en 2001 y nos proporciona una completísima bibliografía del tema. También es útil el monográfico publicado en la revista L’Avenç 1997. No menos importantes son los numerosos trabajos dedicados a este tema por el profesor Morfakidis, el primero que ha investigado de manera sistemática este tema en nuestro país: Morfakidis-Alcalde, 1983a, vol. II, 183-190; Morfakidis, 1983b, 1985, 1987 y 2002. Acerca de otras derivaciones políticas posteriores de la presencia catalana en el Imperio Bizantino, Berrnal, 1997, 6-11. Un primer acercamiento a la relación entre Tirant y Bizancio: Serrano 2011b, 57-61.

Aunque las citemos en segundo lugar, las siguientes obras son de referencia clásica para cualquier investigador que se aproxime al estudio de este tema: Rubió i Lluch, 1886, 1947. Miller 1908, 263-329. Schlumberger 1902, con ciertas reservas. Setton, 1948. (trad. española, Barcelona 1975). Marinescu, 1994.

La bibliografía en lengua griega acerca de este tema no era muy abundante hasta las últimas tres décadas: Apenas contábamos con la obra clásica de Σταµατιάδου, 1869, ya citada por el propio Rubió. Sin embargo, en los últimos años tres especialistas han investigado en una crónica de época latina. Posteriormente desde el lado bizantino las referencias más importantes son Paquimeres , Gregorás, y Calcocondilas; y también debemos consultar la crónica de Galaxeidion. Desde el lado castellano-aragonés, aparte de la citada anteriormente por cuestión cronológica, las célebres crónicas de Muntaner y Moncada.

La literatura secundaria sobre la cuestión es muy extensa y ha sido publicada en diversas lenguas. Nuestro objeto aquí es realizar un breve resumen histórico centrándonos en dos épocas concretas: la primera en la que se forma la Gran Compañía Catalana y sus relaciones y repercusiones con el Imperio Bizantino y la segunda, la Caída de Constantinopla y su reflejo en la obra de Martorell.

Andrónico II Paleólogo, emperador de Bizancio a comienzos del s. XIV, veía con creciente desasosiego la expansión de los otomanos por el interior de Anatolia, sobre todo tras la derrota bizantina en Bafea, cerca de Nicomedia, (1302) y recelaba de la fuerte rivalidad que sufría por mar por parte de venecianos y genoveses que habían adquirido ya una gran presencia en parte del territorio griego bizantino como consecuencia de la IV Cruzada y el Saco de Constantinopla acaecidos en 1204 que dio como resultado que durante más de medio siglo se desarrollara el Imperio Latino de Constantinopla (1204-1261)15 y la conquista de algunas islas del mar Egeo, la más importante de
profundidad el tema:

Zachariadou, 1980, 821-838 y 1997, 22-25, acerca de castellanos, catalanes y turcos; Es preciso consultar también las contribuciones de Maltezou, 2003, 113-128; 2012, 111-132, acerca de los contactos con Creta y Venezia. Sin embargo, la mejor especialista en el tema es Dourou-Iliopoulou, que ha dedicado varios libros y trabajos acerca de la presencia catalana en el Ducado de Atenas, de Acaya e incluso aspectos comerciales de los catalanes con la isla de Creta, entonces colonia veneciana, todos ellos citados profusamente en la bibliografía.


Nos referimos naturalmente a la época de dominación latina o franca del Oriente tras la Cuarta Cruzada de 1204. Para este estudio es interesante la versión aragonesa, patrocinada por Juan Fernández de Heredia, de la Crónica de Morea cuya narración llega a 1377. Vid Morel-Fatio 1885. Egea, 1996, XXXV-XXXVI. Para una perspectiva general de esta época en cuestión, Zakythinos, 1975.

Simón Palmer, 1994, 97-104.

Paquimeres, 1835.

Gregorás, 1973.

Calcocondilas, 1922-1927.

Σαθάς, 1914., Morfakidis-Alcalde, 1983ª, 183-190.

La crónica de Muntaner (15581, Barcelona 18602). Acaba de aparecer una traducción al griego,, pero no de la obra completa sino con fragmentos de la misma debida a N. Pratsinis. Vid. Μουντανέ 2014.

Moncada, 1623. Existe una traducción al griego moderno. Ντε Μονκάδα,, 1984. La traducción se debe a Ioulia Iatridi.

Al respecto vid. nota 4 del presente trabajo.

Laiou, 1972. Marcos, 2003, 50-52.

todas, Creta, por parte de Venecia. Por todo ello, Andrónico II decidió contratar los servicios de un ejército de mercenarios al mando del cual se encontraba el capitán Rogerius da Branduzio, más conocido por Roger de Flor con un variopinto ejército formado, entre otros, por catalanes, aragoneses y valencianos. Uno de los soldados a su cargo era Ramón Muntaner que nos legará, por ello, la crónica más verídica e importante de aquellos hechos.

La Gran Compañía Catalana o de los Almogávares había quedado ese mismo año de 1302 sin trabajo tras la firma de la paz de Caltebellota entre los reyes de la Corona de Aragón y Anjou.
Federico II vio una oportunidad inmejorable de quitarse un gran problema de encima y de esta manera envió inmediatamente a la compañía de los almogávares inmediatamente hacia las tierras del Emperador de Oriente. Por otro lado, las tropas del contingente almogávar casi estaban obligadas a emigrar a esas tierras por no haber operaciones en otros lares del Imperio Latino. Así pues, hubo confluencia entre interés y necesidad y el contingente naval llegó a Bizancio en 1303 tras realizar una breve escala en el Peloponeso.


El Emperador recibió a Roger con los brazos abiertos, lo hospedó en el palacio de la Blanquerna y además quedo emparentado con él gracias a un matrimonio que le reportó el título de Gran Duque para él y un sueldo para los soldados de su compañía. La magnificencia de aquellos momentos se halla reflejada en un cuadro sito actualmente en el Senado de España debido a J. Romero Carbonero.

Estos últimos acontecimientos provocaron de manera indirecta el conocido episodio de la Masacre de los Genoveses y una alteración del anterior equilibrio de fuerzas, por el que la Compañía al mando de Roger de Flor –y, por ende, de la Corona de Aragón– adquiría una posición preeminente en la infraestructura militar del emperador de Bizancio.

Las andanzas militares de Roger pasaron a extenderse por todo el frente anatolio ocupado por el imperio otomano en el que infringió severas derrotas al turco durante el bienio 1303-130420 y su nombre comenzó a adquirir tintes.

Muntaner compuso su célebre Crónica entre los años 1325-1332 y es una fuente esencial de primera mano para conocer los acontecimientos que nos ocupan. Rubió llega a denominar al cronista: “el Jenofonte catalán”. Hay que consultar para este hecho, Muntaner, 1558, cap. 99, 845-47.

Al desposarse con María de Bulgaria, sobrina de la hermana del emperador y del rey de Bulgaria.

El cuadro se halla en el Salón de los pasos perdidos y refleja la entrada triunfal de Roger de Flor, portando sus nuevos atributos otorgados por el Emperador, ante el trono del Emperador de Constantinopla Andrónico II, el cual inclina su cabeza generosamente en magna reverencia para su nuevo aliado y familiar, y de su hijo Miguel que años después ordenaría su asesinato. Como fondo aparece la catedral de Santa Sofía. Véase, Reyero 1998, 286-288.

Cf. Muntaner, 1558, cap. CCII, f. CLXVIIr ss.

Σταµατιάδου, 1869, III, 41-55.

legendarios y amenazadores para algunos de los príncipes nobles del imperio bizantino. Todo ello desembocó en un complot del mismo coemperador Miguel IX Paleólogo, que ordenó su asesinato cometido por unos mercenarios alanos en Adrianúpolis mientras Roger junto a muchos de sus leales en la antedicha ciudad mientras era objeto de un agasajo con un banquete (abril de 1305). Esta traición encorajinó a los almogávares, los cuales lejos de rendirse sin su jefe se atrincheraron en el norte de Grecia al mando ahora de Berenguer de Entença, que ahora ostentaba el título de Megaduque anteriormente en poder de Roger, y comenzaron una serie de acciones de represalia en la zona que han quedado en la historia bajo el nombre de Venganza Catalana cuya leyenda negra ha quedado grabada en el imaginario popular griego hasta nuestros días.

Aquellos supervivientes de la Compañía Catalana devastaron todo lo que hallaron a su paso durante dos años derrotando de manera continuada a las tropas bizantinas con especial significación en el llamado sitio de Galípoli, para vengar la ignominiosa muerte de su jefe. Como resultado de estas incursiones militares por el territorio bizantino los almogávares fundarían el ducado de Neopatria en Tesalia al que se uniría posteriormente Atenas. Estuvo en manos de la corona de Aragón hasta finales del s. XIV, con la excepción de unos territorios conquistados por la llamada compañía navarra y su recuerdo perduraría hasta nuestros días.


Estos son los hechos bien conocidos en un resumen resumidos que nos han legado las fuentes históricas más importantes consultadas del primero de los temas históricos en los que se basa el escritor valenciano para la composición de su obra. Pero no es el único y como veremos a continuación, Martorell salta de un período cronológico, que suele ser contemporáneo de su propia vida, a otro en función de sus propios intereses literarios para ir construyendo la figura legendaria de su Tirant.

Veamos ahora cuál es el reflejo de estos hechos históricos en la figura literaria de nuestro héroe literario Tirant. Observamos de modo inmediato que es posible rastrear similitudes con el personaje histórico que vivió un siglo y medio antes de la composición de la obra.25 El periplo de Tirant le lleva desde Inglaterra y Francia, sitios visitados por el propio escritor, hacia tierras más meridionales. En primer lugar al reino de Sicilia –donde recordemos que Roger había comenzado su periplo militar al ponerse a las órdenes de Federico.

Se ha realizado un cotejo de las fuentes históricas griegas de la época, Paquimeres, Gregorás unido al relato de Muntaner.

Σταµατιάδου, 1869, I, 18-21.

Rubió i Lluch, 1886.

Rubió i Lluch, 1888. Ayensa, 1997, 56-58.

Seguimos las teorías de Riquer entre otros. Véase notas 2 y 3 de este trabajo.

Citamos a partir de ahora todas las notas a partir de la edición de Hauf, 2005. cap. XCVIII-CIV; CIV-CIX.


Uno de los pasajes más interesantes de la obra se centra en el asedio de Rodas, donde Tirant ha llegado para combatir a los genoveses que entonces se habían aliado con el sultán del Cairo.

La influencia e intereses de la Corona de Aragón en la isla son de sobra conocidos por la Orden del Hospital y además coinciden en el tiempo con la llegada de Roger de Flor al Imperio Bizantino. Ambos hechos tienen su datación cronológica en las primeras décadas del s. XIV. Allí tiene lugar en la novela el asedio y posterior victoria precisamente contra los genoveses que ocupan la fortaleza aliados con el sultán del Cairo. En este caso el escritor valenciano recrea el verdadero sitio a Rodas que tuvo lugar en 1444 por la flota mameluca a la que salvan las fuerzas borgoñonas, catalanas y valencianas al mando del capitán borgoñón Geoffroy de Thoisy, otro de los personajes históricos que usa el escritor valenciano para caracterizar a su héroe. Asimismo Martorell recarga de su exageración en su novela la rivalidad que existía en la época contra los genoveses.

Tras el rotundo éxito de la expedición en la isla de Rodas, nuestro héroe Tirant continúa su periplo y pasa en primer lugar –de forma obligada para cualquier cristiano de la época– por Jerusalén. Recordemos que Roger de Flor había sido durante un tiempo caballero templario. Desde allí sigue su viaje costero que le lleva a las plazas de Alejandría, Trípoli y Túnez que caen todas como en una baraja finalmente en sus manos. Llegados hasta este punto, las mencionadas hazañas le hacen a Tirant emprender el viaje de vuelta por las mismas costas en sentido inverso con el objetivo de emprender su empresa máxima por la que le conocerán en los siglos posteriores: la salvación de Constantinopla.

Ecos de la Caída de Constantinopla (1453) en el Tirant lo Blanch.

Cuando Martorell se encuentra ya escribiendo su obra magna la Cristiandad entera se encuentra sumida en una depresión funesta. Hace pocos

Tirant Lo Blanch, 2005, cap. XCVII-C; CIV-CIX.

Durán i Duelt, 2009, 97-112.

La isla había pertenecido en feudo a Federico II, en la época que Roger estaba ya bajo sus órdenes. Venecianos y genoveses la ocuparon un tiempo hasta que Rodas quedo bajo la tutela de los Caballeros Hospitalarios en 1306.

Fuerzas enviadas y pagadas por el Duque de Borgoña al que el escritor valenciano omite citar en su obra, en un pasaje de oscura interpretación. Es preciso recordar que en la novela el Duque cae abatido por la espada del propio Tirant.

Parece que Martorell tuvo referencias directas de algunos combatientes cristianos que lucharon en el sitio. Es preciso consultar Ferrer, 1989 y obviamente la crónica de Muntaner. Al respecto, Riquer, 1990, 1992. Marinescu, 1953-1954 137-203, especialmente 139-156 y Marinescu, 1956, 287-305.

El sitio de Rodas que tiene lugar en 1444. Hauf, 2003, 345-354.


años que Constantinopla, capital primero del Imperio Romano y posteriormente del Imperio Romano de Oriente durante más de un milenio, salvando el corto período de la dominación latina del Imperio, ha caído finalmente en manos del Imperio Otomano concluyendo de ese modo la historia de la Ciudad cristiana fundada por Constantino el Grande en el 330 de nuestra era.

Era éste un fin anunciado puesto que el Imperio venía debilitándose y empequeñeciéndose progresivamente en las últimas dos centurias, a partir de la pérdida de gran parte de sus posesiones orientales. Pero es en la última década del s. XIV cuando el imperio otomano comienza a ejercer una gran presión militar y dan comienzo los sucesivos cercos a la capital de Bizancio que prácticamente quedó aislada a partir de aquel momento. Sin embargo, la astuta visión política durante esos años de Juan VIII Paleólogo, propiciando a la desesperada una alianza con las potencias occidentales tras el concilio unionista de Ferrara-Florencia (1438-1439) donde el emperador bizantino acuerda la unión con la iglesia católica, unida a factores fortuitos afortunados ocasionados por las disensiones internas en el seno de los otomanos y la invasión del gran mongol Tamerlán por el este, propiciaron que la capital de Bizancio aguantara más de cincuenta años todavía del s. XV las acometidas de los turcos. Conservamos de esta época crónicas históricas que nos cuentan episodios militares de asedios de los turcos contra la capital de Bizancio. Cuando el célebre viajero florentino Cristóforo Buondelmonti pasa por Constantinopla a comienzos de la segunda década del siglo XV su descripción de la Ciudad refleja en toda su extensión y de modo descarnado la decadencia de la capital y, por ende, del Imperio Bizantino.

Juan VIII murió en octubre de 1448 y le sucedió en el trono su hermano Constantino XI Paleólogo. Sin embargo, en el bando otomano había ascendido al poder en 1451 Mehmet II, hijo de Murad I que había fracasado en sus anteriores intentos. Tras una inicial tregua el sultán turco se lanzó con sus tropas al cerco de una ciudad que había perdido su esplendor y una gran parte de sus habitantes en el siglo XV.36 En la primavera de 1453 comenzó el ataque definitivo que duró casi dos meses. La desigualdad en el número de soldados era muy evidente en favor de los otomanos, cuyo ejército era diez veces mayor que el bizantino. El emperador bizantino no recibió la ayuda esperada de las potencias occidentales lo que contribuyó al desánimo general de los cristianos. Únicamente el genovés G. Giustiniani armó un ejército para ayudar al
emperador bizantino, pero la suerte estaba echada. A finales de mayo de 1453 Mehmet II hizo su entrada triunfal por la puerta de Adrianópolis apagándose de ese modo para siempre los rezos cristianos en la iglesia de Santa Sofía. La suerte de los mandatarios que defendían los restos del imperio fue pareja. Constantino Paleologo, que tuvo la triste fortuna de ser el que nominalmente perdería la capital del Imperio Bizantino, fue muerto en combate y decapitado, mientras el genovés Giustiniani pereció víctima de las heridas de guerra en la isla de Quíos. Se apagaba de esta manera la historia del Imperio Bizantino y del helenismo y comenzaba un lamento que tendría un amplísimo eco en las letras europeas, incluidas la española,40 desde el mismo momento de la Caída hasta nuestros días.

Intentemos ubicar en la obra del Tirant los rastros históricos anteriormente descritos. Es indudable que Martorell está al tanto de los últimos acontecimientos históricos y juega de manera magistral con ellos alternando las épocas como si se tratara de una historia cinematográfica contada de delante hacia atrás. Y así, Roger de Flor ahora metido en la piel de Tirant salta en el tiempo un siglo y medio y ahora nos lo encontramos auxiliando a las tropas del rey bizantino con la decidida intención de reconquistar Constantinopla para la Cristiandad, como el real Roger de Flor había hecho un siglo y medio antes cuando reconquistó varias plazas de la zona oriental del Imperio Bizantino desde el río Cízico a Tira para Andrónico II.

Esta trama ocupa un lugar central en la narración y constituye el hecho decisivo en la vida de Tirant, porque allí vivirá sus mayores glorias y alcanzará el matrimonio. Por ello mismo, no es detalle baladí que Martorell sitúe la acción de su novela en 1450, es decir, tres años antes de la Caída, en una época

La bibliografía del tema es absolutamente inabarcable para un trabajo tan resumido. Es preciso citar, sin embargo, algunos títulos relacionados con la Caída de Constantinopla incluyendo estudios y traducciones útiles al lector de nuestro país. En cuanto a las fuentes históricas bizantinas de la Caída, Sphrantzes, Kananós y Anagnostes fueron recogidas por Bekker 1838. Ducas fue editado por, Ortolá-.Alconchel (eds.), 2006. Además, contamos con dos relatos por testigos directos, uno en cada bando: N. Iskander, Casas (ed.), 2006. N. Barbaro, Cornet (ed.) 1856. Pertusi 1976, 6-38. En cuanto a los estudios clásicos sobre el tema debemos mencionar: Runciman, 1965. Pertusi, (ed.) 1976. La publicación de conjunto más importante publicada en España sobre la historia de la ciudad de Constantinopla, es sin duda: Motos-Morfakidis, (eds.), 2006. El volumen II, está dedicado monotemáticamente a la Caída de Constantinopla.

40 Un buen ejemplo lo proporciona el estudio de de Riquer, 1997. Especialmente significativo fue el género de los “trenos” tras la caída de Constantinopla. Hay que consultar en este sentido García- Fernández (eds.), 2003. La influencia en el ámbito de las letras castellanas se puede consultar en P. Díaz-Mas, 2003, 317-349.

El escritor valenciano, como en toda su obra, sigue jugando con el arte literario de la mezcla de elementos reales con otros imaginarios o bien realiza pequeñas distorsiones de la realidad puestas al servicio de su particular opinión crítica de la situación. Desde el principio el escritor valenciano nos presenta al emperador como titular del Imperio Griego: “Nós, Frederich, per la divinal gràcia emperador de l´Imperi Grech e de Constantinoble...” 
Cuando acude a la llamada de auxilio del emperador de Constantinopla, inmediatamente queda prendado de la hija del emperador, Carmesina, pero la cortesana es pretendida desgraciadamente también por el denostado duque de Macedonia y por el duque de Pera. Cuando la princesa Carmesina aparece en escena tiene 14 años, como su prima Stephania. Del mismo modo, cuando Roger de Flor, en sus primeras campañas militares, derrota sucesivamente a genoveses, turcos en el Asia Menor y a los escitas en el Mar Negro, obtiene del emperador Andrónico II la mano de su sobrina María que tiene entonces la misma edad que la princesa ficticia de nuestra novela.

El gran enemigo, el invasor turco, junto al Sultán de Egipto, son reflejados desde el primer instante con grandes dosis de realismo y de crudeza. Y junto a ellos, no hay que olvidar este detalle, aparecen de nuevo los traidores genoveses a su lado.

Queda constatado que Martorell conoce muy bien la historia reciente de Europa y ello le permite elaborar una historia en la que juega con la antroponimia como le parece, en ocasiones incluso a veces con evidente regocijo. Así convierte a Constantino Paleólogo en Frederich, al Sultán de Egipto en Armini o Baralinda, según el pasaje y a la princesa griega en Carmesina, sin absoluta relación con denominación griega alguna. En cuanto al verdadero agente del fin del Imperio, el Turco, que en el relato de Martorell parece secundario con relación al anterior, el escritor valenciano no nos ofrece datos para relacionarlo directamente con ninguno de los dos turcos que asediaron la ciudad de Constantinopla.45 Pero el escritor valenciano añade un elemento de ficción que tiene un evidente sesgo político: presenta la campaña militar de Tirant contra el turco no como una reconquista –que sería lo más lógico desde el punto de vista histórico–, sino como una batalla para evitar la caída de Constantinopla. Así evitaba meterse en movedizas aguas políticas muy cercanas y, además, le permitía soslayar la sensación general, anteriormente anotada, de que los bizantinos habían quedado huérfanos de la ayuda occidental en el momento decisivo.

El epílogo de la obra sucede cuando nuestro héroe entra de manera triunfal en Constantinopla arrastrando un gran número de cautivos y consiguiendo, de este modo, el doble objetivo de acuerdo a un programa que ya antes había expresado de modo rotundo:47 obtener la mano de su amada Carmesina y en reconocimiento a sus méritos ser nombrado César del Imperio Griego,48 igual que Roger de Flor, un siglo y medio antes, tras su gran victoria contra un ejército turco que cuadriplicaba en número las tropas almogávares. Obtiene la mano de la hija del rey de Bulgaria y es nombrado Gran Duque por el Emperador de Bizancio.

Y de manera magistral Martorell imagina y recrea a nuestro héroe valenciano como el gran capitán triunfante –que siglos más tarde se vería reflejado en el célebre cuadro de Romero Carbonero, hoy en el Palacio del Senado de Madrid recibiendo los honores y el desmedido elogio del emperador bizantino– y lo asemeja a aquel otro que unos siglos atrás había realmente campeado por los dominios orientales de la Cristiandad a las órdenes de su católico rey en defensa de los súbditos cristianos contra el infiel turco. Constantinopla se ha perdido en realidad, pero seguro que en el imaginario popular la figura del Tirant representaría entonces una propuesta literaria –provista de gran carga de propaganda política– para la recuperación de ese gran pedazo de la historia de la Cristiandad.

Obras citadas

Ayensa, Eusebi. “El record dels catalans en el folklore grec.” L’Avenç. Els Catalans a Grècia 213 (1997): 56-58.

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