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dilluns, 11 de juny del 2018

Pedro Arnal Cavero

Pedro Arnal Cavero , pdf , aragonés

Vocabulario del alto-aragonés (de Alquézar y pueblos próximos) , descargar pdf desde el siguiente link :

https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2993952&orden=215373&info=link

El original consta de 32 páginas (27, si descontamos las 5 primeras que contienen el título y los datos editoriales) y no va precedido de ningún tipo de presentación, explicación o información complementaria; cuenta con 538 entradas, algunas de las cuales incluyen más de una palabra.

Tras su aparición, fue objeto de algunas reseñas. Francisco Ynduráin (AFA, II (1947), p. 236) publicó una no muy favorable en la que lamentaba las graves erratas que contenía el vocabulario, a la vez que expresaba sus deseos de que el autor realizara otro más extenso y sistemático, en el que podrían caber, incluso, unas notas etimológicas.

Creía que deberían haberse suprimido algunas voces no regionales;
destacaba el interés de algunos rasgos fonéticos e, incluso, morfológicos, reflejados en los vocablos recopilados, y apreciaba especialmente la garantía de autenticidad.
También Heinrich Lausberg se ocupó de esta obra en el número 70 (año 1954) de la Zeitschrift für Romanische Philologie (pp. 127-128), el mismo en el que incluyó las realizadas a dos trabajos de Manuel Alvar (Toponimia del alto valle
del río Aragón y El habla del Campo de Jaca), a la Contribución al Vocabulario aragonés moderno de Antonio Badía y, en relación al dominio leonés, a El habla de Mérida y sus cercanías, de Alonso Zamora Vicente, y El habla de la Cabrera Alta. Contribución al estudio del dialecto leonés, de María Concepción Casado Lobato; trataba positivamente el glosario de Arnal Cavero, valoraba en las definiciones la atención al detalle y a los aspectos folclóricos y etnográficos, se fijaba en algunas de las palabras y en las soluciones fonéticas
que presentaban y daba cuenta, así mismo, de un caso en el que se
rompía la ordenación alfabética.

Debemos tener en cuenta la época en la que se realizó este vocabulario y también los objetivos que su autor pretendía alcanzar; de esta manera intentaremos evitar un juicio excesivamente severo para un trabajo que, desde la perspectiva actual, adolece de graves defectos, carece de rigor y ha sido elaborado sin técnica lexicográfica alguna: se encuentran errores de ordenación, no se dan marcas gramaticales, el tipo de definición varía y el uso de los signos tipográficos tampoco resulta uniforme. Cabría aplicarle consideraciones análogas a las realizadas por Aliaga en relación al Vocabulario del dialecto que se habla en la Alta Ribagorza de Vicente Ferraz (Madrid,
1934), con el que guarda notables coincidencias; deberíamos también encuadrarlo en el tipo de diccionario etnográfico, «cuyas soluciones técnicas pertenecen a la lexicografía practicada en España hasta principios del siglo XVIII, en aspectos tales como la ausencia de indicación de la categoría gramatical o la introducción de todo tipo de verbos-cópula».

El vocabulario se articula en forma alfabética, con algunos errores en la ordenación. La entrada da cuenta en ocasiones de la variación de género, tanto para adjetivos (bofo, -a) como para algunos sustantivos (iña, iñor) y de la alternancia singular/plural, especialmente interesante cuando supone cambio fonético (alaced, alacetes) o muestra la característica formación aragonesa (camal, camals), reflejada también en entradas que se presentan únicamente en plural (aliróns); a veces refleja, incluso, variaciones fonéticas (chupíu, chupido; encensallo, incensallo). Son muchas las dobles entradas en las que aparecen una palabra primitiva y su derivado (botiga, botiguero; figa,
figón; tocho, tochazo) o dos voces pertenecientes a la misma familia
léxica (chelo, chelato; patantoniar, patantonizo; tamborinada, tamborinazo), aunque no siempre las definiciones dan cuenta de ambos lexemas, y en algún caso se incluyen palabras sinónimas, separadas por un punto y coma (roñoso, a; rubinoso, a, aunque rubinoso consta también de manera independiente en el lugar que le corresponde).

Quiso Arnal Cavero mostrar determinados elementos gramaticales (por ejemplo, los diminutivos, como cimbeled, goted), que a veces intercala en su vocabulario de una manera que hoy resulta chocante:

así podemos observar entradas como cal, cale, caleba... caldrá; fez,
hez; puesto, quiesto, agrupando distintas formas conjugadas de un
mismo verbo o tipos morfológicos similares de verbos diferentes; puede verse el paradigma completo del demostrativo (iche, icha, ichos, ichas) y el del artículo, en este caso ubicado en dos lugares (a, as, o, os; o, a, os, as). También el pronombre adverbial derivado de INDE, vivo todavía hoy en las hablas aragonesas, se encuentra en este repertorio con ejemplos de uso; figura, por una parte, como entrada en, envídenos, en ficiemos, en estorrocemos, en fícenos y, por otra, ne (en cuyo interior constan los ejemplos tráineme, dámene, dílene); en el lugar correspondiente aparece, además, la entrada tráimene, traine, m’en trairás. En ocasiones es una locución o una frase hecha lo que directamente se ofrece (piz, piz, tordoliz; salir o portal) o una extraña llamar a animales, en la que figuran diversas expresiones con las que el hombre se dirige a distintos animales. Unas pocas voces están incluidas en el interior de otra entrada; así ocurre con esbachocar (s. v. bachoca), baruca (s. v. baruquero) o barracón (s. v. barraca).

Las definiciones no responden, como ya se ha indicado, a un único modelo y carecen de sistematicidad; presentan, además, en algún caso falta de correspondencia entre la categoría gramatical y la acepción o acepciones propuestas (véase, por ejemplo, aceto, banzo). Pueden incorporar dialectalismos; así, en la definición de algurín se lee amaseguen, forma conjugada del verbo amasegar que también tiene cabida en el vocabulario, cosa que no ocurre en otros casos como querado (s. v. cresáu) o cajico (s. v. cachigo), más comunes en nuestra región. Se acompañan en ocasiones de extensas explicaciones (como en ahitado, a: desvanecido; cuando una persona padece una lipotimia, un pequeño ataque nervioso, etc., sobre todo si hay dolor de cabeza. No tiene nada que ver con la comida, poca o mucha).

Introduce también el autor observaciones en relación con propuestas de Borao (acapizar, argüello), pone ejemplos de uso (as llaves d’os güertos;
se acoflan o culo y a charrar güenas horas) o reproduce dichos populares (güelve as aguaderas si quieres llenar aceiteras), a veces comentados: el que agua atura, aceite amesura, «es decir, que tiene olivas el que riega los olivos, el que tiene las aguaderías vueltas siempre para aprovechar el agua de la lluvia de los caminos». / aigüera
Se trata, en definitiva, de un vocabulario hijo de su tiempo y de la inquietud de Arnal Cavero por dar a conocer el habla de un pequeño territorio que le era bien conocido y querido; no pueden negarse las notables deficiencias que presenta, no resueltas del todo en repertorios dialectales posteriores, pero a la vez tiene un valor indudable puesto que nos proporciona unos datos acopiados de manera directa en la primera mitad del siglo XX, con información léxica, fonética, morfosintáctica e, incluso, etnográfica, y que pueden ser útiles para los interesados por la filología aragonesa, razón por la que hemos

querido recuperarlo en esta revista.

REFRANES, DICHOS, MAZADAS... EN EL SOMONTANO Y MONTAÑA
OSCENSE

Cuando unos años más tarde publicó su libro Refranes, Dichos, Mazadas... en el Somontano y montaña oscense incluyó nuevamente el vocabulario, con ciertas correcciones, con nuevas entradas y con una breve nota que contiene algunas explicaciones acerca de sus características; su objetivo es facilitar «al lector la interpretación de muchas palabras desconocidas, si no es aragonés, y somontanésmontañés» y —reconoce el autor— no se trata de una obra en la que deba buscarse rigor científico sino una humilde recopilación de palabras no encontradas en el Diccionario de Voces aragonesas de Jerónimo Borao ni en otros repertorios.
Los cambios observados en ningún caso afectan a aspectos esenciales de la estructura del vocabulario, que se incrementa con un puñado de palabras: alzar, amolar, atacarse, bardiar, brocero, brodio, burzada, calamonáu, cascabillo, contornillo, cresto, charada, chimiaizo, esbotar as narices, espirallar, fuesa, galvana, liedrera, mantornar, pilma, quera, recantillo, rocero, roperacho, runflada, salagón, sinconisión, tornallo, tovo, trafuca y trafucar.

Se observa un nuevo criterio, más regular, aunque no completamente homogéneo, en el uso de la cursiva o las comillas. Mayor importancia tienen algunas sustituciones de palabras que en el texto anterior presentaban errores; así constan ahora acoplador (por acojilador), barrustas (por barnista), basemia (por bascucia), burricáus (por burricáns), carracleta (por carragleta), chupíu (por chupín), derretíu (por derretín), esbafar (por esbajar), rechirar (por rechisar), tresbatir (por trebatir), tal como indicaremos en cada momento en el texto que a continuación se reproduce.

Se corrigen fallos de ordenación alfabética, aunque persiste la mala colocación de algunas palabras e, incluso, en alguna ocasión una voz se mantiene como estaba y se repite, con algún cambio en la definición, en el lugar que le corresponde (desatascarse, escrebas).

Por lo general no hay modificaciones significativas en las definiciones; corrige erratas evidentes, mejora algunas de ellas (como escantillar), efectúa alguna pequeña sustitución, por lo general acertada, aunque no siempre (parecía, por ejemplo, mejor el significado ‘manchas en los cuchillos por cortar frutas verdes y acetas’ que ‘manchas en los cuchillos para cortar frutas verdes y acetas’ para el adjetivo aceto); añade, a veces, un sinónimo (por ejemplo tiónel viejo soltero, o soltero viejo...’ pasa a ser ‘el viejo soltero, o soltero viejo..., cresto’ o garza ‘urraca’ se convierte en ‘urraca, picaraza’, ejemplos ambos en los que da cabida a un nuevo regionalismo; o incorpora alguna nueva acepción (como en batán ‘bataneo de mantas’ y ‘paliza’ o botanas, término para el que añade ‘polea, garrucha delgada de madera para obturar agujeros en odres o boticos’).

El vocabulario que sirve de complemento a Refranes, Dichos, Mazadas... en el Somontano y la montaña oscense es, pues, absoluto continuador del aparecido en 1944, con algunas correcciones y adiciones —tal como indica el propio Arnal Cavero—, con unos objetivos muy concretos y sin ningún tipo de avance en la técnica lexicográfica empleada.

CRITERIOS DE ESTA EDICIÓN

Hemos preferido reproducir en este Archivo de Filología Aragonesa el texto publicado en 1944, dado que la versión que acompaña al libro citado es de más fácil acceso por contar con la edición facsímil mencionada. Se ha respetado básicamente la obra original, aunque se han llevado aquellas entradas que estaban mal ordenadas al lugar que alfabéticamente les correspondía y se han colocado ch y ll dentro de la c y la l, respectivamente; se han corregido errores tipográficos evidentes, se ha regularizado la acentuación y se ha sistematizado el uso de los signos de puntuación, de cursivas y "comillas".

Por otro lado, algunas de las erratas que se habían deslizado en el vocabulario afectaban a los lemas propuestos, lo que había originado la presencia de auténticas palabras fantasma —algunas de las cuales fueron señaladas en la mencionada reseña de Ynduráin— y corregidas por el autor en la versión de los Refranes, que han pasado a repertorios posteriores, como los realizados por Andolz y Rohlfs; en este caso hemos optado por introducir la forma correcta, aunque para mantener la fidelidad al original y a las condiciones en que se presentó, se indica en nota la variante eliminada.

Hemos añadido, además, nuevas entradas —que señalamos entre corchetes, con remisión a la voz correspondiente— para dar cuenta de aquellos términos que no figuraban como primer elemento en la entrada (casos como puesto, quiesto) o que carecían de entrada propia (esbachocar se incluye s. v. bachoca); nos ha parecido oportuno hacer lo mismo con aquellas palabras aragonesas que se utilizan en las definiciones del autor, vayan o no acompañadas de su equivalente castellano (abocador, brenda, bisaltos; encorrer, tajaderas) y, finalmente, se marca la remisión en las ocasiones en las que una misma voz figura con b y con v (besque / vesque, betiquera / vetiquera, baguereta / vaguereta).

Rosa María Castañer Martín

Léxico Arnal A

Alquézar (Alquezra en aragonés)​ es un municipio de la comarca Somontano de Barbastro, en la Provincia de Huesca, Comunidad Autónoma de Aragón, España.
Pedro Arnal Cavero , un maestro que apenas Pedro se llamaba

Autores: Víctor-Manuel Juan Borroy
Editores: Barbastro (Huesca) : Centro de Estudios del Somontano de Barbastro, 1998
Año de publicación: 1998
País: España
Idioma: español
ISBN: 84-923912-0-0
http://www.unizar.es/cce/vjuan/pedro_arnal_cavero.htm
Refranes, Dichos, Mazadas. En El Somontano Y Montaña Oscense (Temas)

ARAGÓN EN ALTO

Por los Seres Indefensos , Sociedad Aragonesa de Protección a los Animales y Plantas

Aragón de las tierras altas.
Somontano en alto: Escritos (1946-1959) e inéditos (Biblioteca de las Lenguas de Aragón)

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FENDO A PAROLA. Premio Arnal Cavero 1998

Pedro Arnal Cavero
Víctor M. Juan Borroy

A nadie sorprendió que aquel joven, siendo el nieto del maestro de Huerta de Vero y el hijo de quien fue durante décadas maestro de Alquézar, decidiera estudiar magisterio. Los tres –el abuelo, el padre y el nieto- amaban la tierra, el paisaje y a las gentes del somontano. Pedro Arnal Cavero (Belver de Cinca, 12 de marzo de 1884 - Zaragoza, 27 de abril de 1962), nació en el pueblo donde su padre ejercía de maestro, pero muy pronto se trasladó a Alquézar y allí participó en las romerías, en los días de celebración como o cabo d'año o as fogueras de San Fabián. Escuchó centenares de historias, de leyendas y de cuentos que los mayores desgranaban en las noches de nevada, sentados en la cadiera, alrededor del fuego.

Arnal simultaneó los estudios de bachillerato y de magisterio en Huesca. Tras aprobar las oposiciones, obtuvo destino en Artajona (Navarra). Allí conoció a Delfina Arambillet, con quien se casaría unos años más tarde. Tras una breve estancia en la escuela aneja a la Normal de maestros de Teruel, le fue adjudicada, en 1910, la escuela de la plaza de Santa Marta de Zaragoza. En 1911, formó parte del primer grupo de maestros españoles a quienes la Junta para Ampliación de Estudios pensionó para que conocieran el funcionamiento y la organización de las principales instituciones educativas de Francia y Bélgica. Por eso, a su vuelta, ensayó algunas de las iniciativas que tanto le impresionaron durante su visita a las escuelas de estos dos países, pronunció conferencias en las que relataba lo esencial de su viaje, y firmó decenas de artículos en la prensa sobre todo lo que podría hacerse en las escuelas de Aragón para aproximarlas a lo que ya se estaba haciendo en las de Europa. En 1921 fue nombrado director del grupo escolar de la plaza de Santa Marta. En 1929, se hizo cargo de la dirección de la escuela que Zaragoza levantó en memoria de Joaquín Costa. Pedro Arnal Cavero dirigió este Grupo Escolar durante los primeros veinticinco años de su funcionamiento, hasta que se jubiló en 1954, siendo el número uno en el escalafón de los maestros españoles.

Junto a su proyección pedagógica, fácilmente se descubre la dimensión ciudadana del director de la escuela Costa, quien colaboró en Montañeros de Aragón, en la Sociedad Aragonesa de Protección a los Animales y Plantas, en el Sindicato de Iniciativa y Propaganda de Aragón (SIPA), en el Ateneo o en la Institución Fernando el Católico. Además fue un incansable publicista que escribió asiduamente en varias revistas profesionales, especialmente en La Escuela Española, El Magisterio de Aragón y La Educación. Mención especial merece la fecunda relación que se estableció entre este maestro y Heraldo de Aragón, donde publicó su primer artículo en 1912 y, el último, unos días antes de su fallecimiento en la primavera de 1962. En sus artículos en la prensa local, se ocupó del somontano, de la montaña, de las costumbres y tradiciones. También fue el encargado de recordar a los lectores, cada febrero, el aniversario del fallecimiento de Joaquín Costa.

Su obra

Aunque la terrible guerra civil sumió a este maestro en un profundo silencio pedagógico, ya había escrito, antes de aquella vergonzosa tragedia, varios libros de temática educativa. El primero de ellos, la Cartilla Aragón, impreso en los años veinte en Zaragoza, conoció varias ediciones. También se hicieron dos ediciones de Lecturas (Zaragoza, 1923 y 1927), un delicioso librito ilustrado con los dibujos de los niños de la escuela de la plaza de Santa Marta. La prestigiosa editorial Dalmau Carles publicó Lecturas Estimulantes (Gerona, 1932), un libro muy apropiado para los niños que iniciaban el aprendizaje de la lectura. Asimismo redactó el texto que acompañaba a unas ilustraciones de Luis Mallafré para el cuaderno de geografía aragonesa titulado Apuntes de Geografía. Aragón, (Barcelona, 1936). En el archivo de Pedro Arnal Cavero se conserva Guía de Juventudes, un libro de lecturas para los chicos de los últimos grados de la escuela primaria que no llegó a publicarse.
Por otra parte, trabajó por conservar y recuperar una herencia antropológica, cultural y lingüística que corría el riesgo de perderse. Fue, como él mismo confesaba, andariego y navesante porque en Huesca, decía Arnal, aunque no tenemos mar, vivimos navesando: andando, corriendo, subiendo, trepando... por sendas y vericuetos de las montañas y de los bosques ásperos. Arnal Cavero reivindicó el paisaje, y defendió la necesidad de preservar las costumbres y tradiciones, el vocabulario, los refranes, etc.

Así lo hizo en libros como Aragón en Alto. La montaña, el Somontano, la tierra baja (Zaragoza, 1940), en Aragón de las tierras altas (Zaragoza, 1955), en Vocabulario del Alto-aragonés (Alquézar y pueblos próximos) (Madrid, 1944) o en Refranes, dichos, mazadas... en el Somontano y montaña oscense (Zaragoza, 1953).

Los discípulos de don Pedro recopilaron una serie de artículos periodísticos escritos por su maestro, y editaron un grueso volumen misceláneo titulado Del ambiente y de la vida (Zaragoza, 1952).

Arnal Cavero formó parte, desde su creación en 1919, de la Sociedad Aragonesa de Protección a los Animales y Plantas donde realizó una notable labor divulgativa como puede comprobarse en el libro Por los seres indefensos (Zaragoza, 1960).
La puesta en marcha de un gran grupo escolar.

Además de sus frecuentes artículos en la prensa pedagógica aragonesa, Pedro Arnal colaboró en la Revista de Pedagogía, fundada en Madrid en 1922 por Lorenzo Luzuriaga, inspector vinculado a la Institución Libre de Enseñanza. La Revista de Pedagogía fue el órgano de introducción y difusión de los principios de la Escuela Nueva, y la publicación periódica más importante de las primeras décadas del siglo XX, tanto por la entidad de sus colaboradores como por la modernidad de sus contenidos. La colaboración de Arnal en la Revista de Pedagogía se inició con un trabajo titulado “Los cuadernos escolares” (junio, 1926) en el que exponía las ventajas de su uso y expresaba el convencimiento de que se convertirían en un medio idóneo para transformar la antigua escuela, verbalista y árida, libresca y rutinaria, en una escuela moderna, agradable, alegre, reflexiva y educadora. Dos años más tarde, dedicó un artículo a “La escuela activa y la actividad extraescolar” (junio, 1928). En colaboración con Francisco del Olmo Barrios, encargado del laboratorio Psicotécnico de Orientación Profesional de Zaragoza, firmó un artículo titulado “Contribución al estudio de la personalidad según el método del Dr. Mira” (septiembre, 1930), basado en los resultados de una investigación realizada con los niños de la escuela Costa. En “La selección del Magisterio. Sugerencias de los Cursillos” (octubre, 1932) se mostraba muy crítico con el procedimiento ensayado durante la II República para sustituir a las clásicas oposiciones. Para finalizar, en junio de 1936, relató en “La puesta en marcha de un gran grupo escolar” la organización del Grupo Escolar Joaquín Costa de Zaragoza y la ilusión que despertó en los niños y en los maestros formar parte de aquélla activa comunidad educativa.

Desde que en 1923 el arquitecto Miguel Ángel Navarro anunció en la prensa las líneas esenciales del futuro edificio dedicado a Joaquín Costa, Pedro Arnal hizo sugerencias en artículos y conferencias sobre lo que debería ser esa escuela. Entre otras cosas, recomendaba que se diera a conocer el proyecto a la ciudadanía; que se cuidara del mismo modo el patio de recreo que los espacios destinados a las aulas; que se seleccionase rigurosamente al profesorado que allí iba a trabajar; que la escuela contara con dependencias como laboratorios, biblioteca o despacho para el médico, exigidas por la moderna pedagogía; que se diseñaran minuciosamente los programas que iban a impartirse; que se estableciera un reglamento de funcionamiento que guiara a niños y maestros, o que se eliminara del entorno de la escuela todo aquello que pudiera perturbar el desarrollo educativo de los niños. Insistía en que lo más importante no era el edificio, sino el grupo de maestros y de niños que en él iban a convivir porque el Grupo Escolar Joaquín Costa era, fundamentalmente, un gran grupo humano, una treintena de maestros y más de mil quinientos alumnos.
En el artículo publicado en la célebre Revista de Pedagogía en junio de 1936 se aprecia el talante que Arnal quiso imprimir a esta escuela, y que de manera precisa se resume en el texto que copiaron los alumnos: “Niños, este edificio hermoso y grande es vuestra escuela y es vuestra casa (…)”.“La puesta en marcha de un gran grupo escolar” refleja bien el optimismo pedagógico de una época, la importancia que tenía la escuela en la construcción de una sociedad más justa, la confianza que este maestro depositó en el trabajo basado en la libertad y en la responsabilidad. Arnal quería que el Grupo Escolar Joaquín Costa fuera una escuela abierta a la comunidad, que pudiera ser utilizada durante todo el año para aprovechar los patios de recreo, la biblioteca o el salón de actos. Además, pretendía implicar a los niños –y a los maestros- en la gestión de la escuela organizando comisiones –algunas de ellas mixtas- que se encargaban, por ejemplo, de recoger el material de enseñanza; de arreglar las bicicletas y los balones; de recortar de los periódicos y de las revistas toda la información que pudiera resultar útil para la escuela; de recoger el pan sobrante del comedor para dar de comer a los gorrines; de cuidar las flores y los pequeños árboles; de recoger las piedras del campo de fútbol; de colocar la pantalla, instalar el aparato de radio o de poner la máquina cinematográfica en el salón de actos.

Respecto a los principios pedagógicos que alentaban el trabajo de los maestros y de los alumnos del Costa, sorprende gratamente que ya se trabajara según el método de proyectos, y que se tomara el referente de la moderna escuela de Winnetka (EEUU) –Arnal decía que se carteaba con un colaborador de Carleton Washburne, el director de aquella escuela experimental de Chicago-. En 1936, los niños proyectaban un viaje de fin de curso a San Juan de la Peña y a Canfranc que sería la ocasión propicia para trabajar muchos contenidos, porque eran los propios alumnos quienes calculaban el precio del viaje, trazaban el itinerario, levantaban mapas, estudiaban la fauna y la flora, etc. Aquel viaje sería el pretexto ideal para abordar algunos asuntos relacionados con Huesca, con los Mallos de Riglos, con el pantano de Arguis, con la repoblación forestal, con las aduanas, con las pistas de Candanchú o con las fábricas y hornos de aluminio de Santa María y Sabiñánigo. Además, Arnal citaba en su artículo, junto a Freud y Adler, a algunos de los más significativos representantes de la Escuela Nueva como Cousinet, Kilpatrick o Claparède. El funcionamiento del Grupo Escolar Joaquín Costa descrito por Arnal Cavero en este artículo se aleja definitivamente de la escuela que hizo de la imposición, la memorización, la rutina y la repetición los ejes básicos de la actividad escolar.

Pedro Arnal Cavero era el director de la escuela Costa, el apasionado cronista del somontano, el colaborador durante cincuenta años de Heraldo de Aragón, el maestro que todas las primaveras acudía con un grupo de niños de la escuela a los pinares de Torrero para matar la procesionaria. Es cierto que recibió grandes muestras de reconocimiento entre las que podemos destacar la medalla de plata de la ciudad de Zaragoza; que se diera su nombre a algunas calles (en Zaragoza, en Huesca y en Alquézar), a una biblioteca infantil, a un puente que une las dos orillas del Canal Imperial de Aragón a su paso por los pinares de Venecia, a un colegio público y, más recientemente, al premio que otorga el Gobierno de Aragón a las obras escritas en aragonés. Dos homenajes honrarían especialmente a este maestro: ser nombrado, tras su jubilación, en el Boletín Oficial del Estado, director honorífico del Grupo Escolar Joaquín Costa, y que Alquézar le distinguiera con la consideración de Hijo Adoptivo.

Y coincidiendo con el 75 aniversario de la inauguración del Grupo Escolar Joaquín Costa, el espléndido salón de actos de esta escuela se llamará, a partir de ahora, por acuerdo del Consejo Escolar del Centro, Pedro Arnal Cavero. La memoria siempre se deposita en palabras que, en esta ocasión, sirven para recordar el trabajo reposado y generoso de un maestro.
José Luis Aliaga, «Observaciones sobre lexicografía aragonesa. (A propósito de los vocabularios benasqueses de Ferraz y Ballarín y del diccionario de Aragüés)», en Arnal, M.ª Luisa y Javier Giralt
(eds.), Actas del I Encuentro «Villa de Benasque» sobre Lenguas y Culturas pirenaicas, Zaragoza, DGA, 1997,