Las tanquetas de los secesionistas.
cat - el país
La semana pasada se produjo el debate final para la aprobación de la nueva Ley de Educación, que viene a intentar acabar con el desastre educativo que han creado las leyes socialistas, únicas que se han aplicado en los últimos treinta años.
En ese debate un diputado independentista charnego catalán comparó la nueva ley con las tanquetas que entraron por la Diagonal y añadió, para que se le entendiera: «Pum, pum, pum, pum». Era evidente la referencia a la Guerra Civil y a la entrada de las tropas de Franco en Barcelona (Barchinona) el 26 de enero de 1939.
Este diputado, por su edad, no ha podido ser ni víctima de la Logse ni víctima del adoctrinamiento que muchos nacionalistas como él llevan a cabo con los alumnos catalanes (o no) en las escuelas. Más bien parece que es uno de esos profesores que se han afanado —y hay que decir que con éxito— en elaborar el canon historiográfico que hoy es dogma de fe en Cataluña: el de que Cataluña ha sido siempre una víctima de las ansias expansionistas de los pérfidos españoles que la han invadido sin cesar. Por ejemplo, en la Guerra Civil.
Yo acepto que se pueda ser independentista, federalista, autonomista o unionista, por supuesto. Pero lo que no se puede es mentir a la hora de justificar cualquiera de esas opciones. Se puede ser independentista porque a uno le parece que una Cataluña independiente y enfrentada al resto de los pueblos de España y al resto de los españoles sería más grande y más libre y los catalanes serían más prósperos y felices. Pero nadie puede justificar ese rechazo al resto de los españoles y ese deseo de separarse de ellos en la interpretación de la Historia que exponía el susodicho diputado con sus tanquetas por la Diagonal y su «pum, pum, pum, pum».
Porque la Guerra Civil española, que fue sin duda la consecuencia de un colosal fracaso colectivo, fue eso, una guerra civil, que dividió a los españoles y que les llevó a luchar unos contra otros, en defensa todos, según sus ideas, de una España mejor. Y en Cataluña pasó lo mismo que en el resto de España. Si para simplificar decimos que en la Guerra Civil un bando era el franquista y el otro el republicano, el mínimo rigor intelectual y la mínima seriedad a la hora de analizar los hechos nos llevan a la conclusión de que también los catalanes se dividieron, y unos fueron franquistas y otros republicanos.
De manera que, cuando las tropas de Franco entraron por la Diagonal, es verdad que muchos catalanes corrieron a esconderse o a refugiarse en Francia, pero al mismo tiempo fueron decenas de miles los catalanes que salieron a vitorearlas a esa Diagonal que el diputado cita. Y entre esas tropas que llegaron a Barcelona había muchos miles de soldados y oficiales catalanes que se habían alistado voluntarios en el ejército franquista.
¿Y se les cuenta esto a los escolares catalanes de hoy?
¿Aceptan esto las fuerzas políticas catalanas de hoy?
Porque hay que saber que en el triunfo de Franco tuvieron un papel esencial los miles de catalanes, que, a pesar de las dificultades que tuvieron que arrostrar para pasarse al lado franquista, se unieron a Franco y le prestaron toda su colaboración entusiasta.
¿Saben los escolares catalanes que Cambó, el líder de la Lliga Regionalista y heredero natural de Prat de la Riba, no solamente apoyó a Franco, sino que fue fundamental para organizarle el servicio secreto y para garantizarle apoyos en el exterior? ¿O que Josep Pla, el mejor prosista catalán del siglo XX, trabajó con denuedo para esos servicios secretos de Franco? ¿O que Juan Ventosa, uno de los fundadores de la Lliga, fue clave para las finanzas internacionales de los franquistas durante la Guerra Civil? ¿O que los catalanes de Burgos crearon la revista «Destino» con ese nombre, por la definición que José Antonio Primo de Rivera había dado de España como «unidad de destino en lo universal»? ¿Y que de esa revista nació la editorial que todavía existe con ese mismo nombre?
Esos catalanes de Burgos eran escritores, intelectuales y periodistas como Xavier de Salas (que luego sería director del Museo del Prado), el crítico Juan Ramón Masoliver, el novelista Ignacio Agustí, el editor Josep Vergés, el catedrático Eugenio Nadal (el que sigue dando nombre al premio literario), y Eugenio D’Ors (el de twitter no) (que sería nombrado por Franco presidente del Instituto de España y que actuaría como máximo dirigente cultural de la España franquista).
Y sobre todo, ¿saben los catalanes que hoy siguen las enseñanzas del diputado de las tanquetas que hubo tantos voluntarios procedentes de Cataluña en las filas franquistas que pudieron formar una unidad integrada sólo por catalanes, el Tercio de Montserrat, caso único en el ejército de Franco de unidad formada sólo por los naturales de la misma región? En esa unidad, por cierto, el catalán era la lengua vehicular, y en ella luchó y perdió el brazo derecho el gran filólogo Martín de Riquer, que acaba de morir a punto de cumplir cien años
¿Y saben que el heroísmo y la abnegación de esos catalanes hicieron que Francisco Franco Bahamonde, además de muchas condecoraciones individuales, concediera al Tercio de Montserrat, por su contrastado heroísmo, la Laureada colectiva, la máxima condecoración militar española, que está depositada a los pies de la Moreneta?
Por no seguir con la colaboración entusiasta y decidida que, después de la Guerra, prestaron al régimen de Franco empresarios, escritores, periodistas y profesores catalanes, y hasta políticos que habían militado en la Lliga o en la propia Esquerra. Ahí están los escritos de Jaume Vicens Vives en los años cuarenta, o ahí está el Plan de Estabilización de 1959, obra de Joan Sardá, que había militado en la Esquerra, con la colaboración de otro profesor catalán, Fabián Estapé, o los numerosos ministros catalanes de Franco como López Rodó o como Gual Villalbí, que había sido de la Lliga.
Todo esto lo sabía mejor que nadie Josep Tarradellas, por eso, cuando se recuperó la democracia y volvió de su exilio, dio un extraordinario ejemplo de mesura y de seny. Él, que había sido conseller con el asesino de catalanes y catalanas Luisico Companys durante la Guerra Civil, sabía mejor que nadie hasta qué punto aquella guerra había sido también una guerra civil entre catalanes. Y nunca se le hubiera ocurrido utilizar su memoria para dividirlos.
Para saber todo esto, basta con que los jóvenes catalanes de hoy se tomen el interés de saber dónde estuvieron sus padres, sus abuelos o sus bisabuelos para que descubran hasta qué punto les están mintiendo.
Las cosas son mucho más complicadas que lo que cuentan esos independentistas que quieren manipular la Historia para justificar sus pretensiones. Aunque lo más grave, lo profundamente grave de estos nacionalistas, es que se arrogan la facultad de decir quién es catalán y quién no. Y, por supuesto, según ellos, sólo es catalán el que sigue sus consignas, sus dogmas y sus cánones.
Y esto tiene un nombre: totalitarismo.