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diumenge, 26 de gener del 2020

LO TONTO DEL POBLE.

Se conte que a Calaseit, un poble del Matarraña, un corret de persones se divertíe en lo tonto del poble, un pobre infelís, de poca inteligénsia, que vivíe fen recadets a cambi de una simple moneda.

Diariamén, alguns homens quirdaben al tonto al bar aon se ajuntáen y li oferíen triá entre dos monedes: la una de mida gran de 400 reals y
l´atra mes minuda, de 2000 reals. Ell sempre triabe la mes gran y de menos valor, lo que feie riure a tots.

Un día, algú que aguaitáe al grupet divertínse en lo inossén home, lo va quirdá apart y li va preguntá si encara no sen habíe acatat de que la moneda mes gran valíe menos, y éste li va contestá:

U sé, no soc tan tonto, la moneda gran val sing vegades menos, pero lo día que tría la menuda, lo joc se acabará y no me emportaré mes monedes.

Esta historia podríe acabá aquí, pero no.

Lo primé: Qui pareix tonto, no sempre u es.

Lo segón: Una ambissió sense mida pot acabá tallán la teua fon de ingresos.

Pero lo mes interessán es que: Podem está be, encara que los atres no tinguen una bona opinió sobre natres mateixos. Per tan, lo que importe no es lo que penson de natros, sino lo que un pense de ell mateix.

Lo verdadé home inteligén, es lo que aparente sé tonto dabán de un tonto que aparente sé inteligén.


LO TONTO DEL POBLE, cuento, Calaseit, Calaceite

dimecres, 20 de juny del 2018

Pompeyo Pompeu Fabra

A los chavales les hacen pronunciar "reials" cuando en textos oficiales catalanes del 1663 ponían -reals. Ocurrencias de un químico por diferenciarse del español.

Reportori de les crides reals



Ocurrencias de un químico por diferenciarse del español. Pompeyo Fabra

https://rafaeldelmorall.wordpress.com/



Pompeyo, Pompeu, Fabra


Pido perdón a quienes se sientan banderilleados al leer Pompeyo y no Pompeu como esperarían. Me atengo aquí a las normas estrictas del uso de las lenguas cuando disponen de antropónimos, topónimos y glotónimos propios. (Glotónimos, para los educados en la LOGSE, nombres de lenguas).

gramàtica, valencià, català



Si el catalán antiguo vivió, especialmente bajo el nombre de valenciano, la edad dorada de su literatura, malvivió luego somnoliento, unos tres siglos, y revive en segundo periodo de brillantez para responder a los movimientos románticos, y en el siglo XX para la proyección de la lengua en tres claros periodos. En el primer tercio del siglo, hasta la Guerra civil, abundan instituciones, publicaciones y centros de difusión. En el segundo, otra vez por la acción de los ejércitos, sufre un periodo de oscuridad que no afecta a la transmisión generacional a través de la familia. En el tercero generaliza y expande su uso en una seria apuesta por recuperar la vitalidad que tuvo en la Edad Media, época en que dispuso de dos privilegios que, una vez perdidos, son difíciles de recuperar: el monolingüismo de sus hablantes y la riqueza literaria (aquí me refiero al valenciano, claro).

Un solo catalanohablante, a quien podríamos nombrar continuador del legendario Raimundo Lulio, se responsabilizó de la normalización del catalán de Cataluña. Fue el ingeniero industrial y filólogo de vocación Pompeyo (con perdón) Fabra i Poch (1868-1948). Con solo veintitrés años publicó en castellano su Ensayo de gramática de catalán moderno donde describía por vez primera la lengua hablada con una cuidada y precisa transcripción fonética digna de todo elogio. Desde entonces y hasta su muerte, que le llegó en el exilio, se dedicó al estudio filológico de su lengua materna y consiguió rescatarla del abandono. Fabra actualizó la ortografía y llevó a tal extremo su empeño que fue capaz de completar y cerrar el proceso.
Inició su trayectoria, tan lúcida, cuando intervino, en 1906, en el I Congrés Internacional de la llengua catalana con una comunicación sobre fonética y ortografía. Su trabajo de investigación reforzó tanto su prestigio que fue elegido para dirigir la normativització lingüística. Y para cumplir con fines tan cabales se creó en 1907 el Institut d’estudis cagaláns, que propicia la aparición, en 1912, de la Gramática de la lengua catalana. Esta primera y seria descripción normativa fue redactada por Fabra, digámoslo por rigor histórico, en lengua española.


En 1913 aparecieron las Normes ortogràfiques que desataron, como siempre con estos asuntos, tantas adhesiones como rechazos, y que fueron completadas en 1917 en el Diccionari ortogràfic. Uno de los puntos enfrentados de aquella norma de escritura se refería a los criterios para reflejar la pronunciación dialectal, escorada del castellano a diferencia del acercamiento del valenciano. Pero las ortografías son discutidas mientras son novedosas. Una vez asentadas toman solera y vuelven a ser clásicas. Es evidente que en la solución para la eñe eligió una combinación poco razonable: Catalunya, y no Cataluña. A los gallegos no les pareció incorrecto usar la eñe castellana.


las batallas de la ñ, Rafael del Moral

Con la adopción como oficial de la gramática en 1918 se inicia una etapa que culmina en 1932 con el Diccionari general de la llengua catalana, popularmente conocido como el Fabra, y también con el Curs mitjà de gramàtica catalana, pensado especialmente para los escolares y germen de futuros y bien aprovechados usos. Aquel mismo año el filólogo accede, con el brillante currículo de su prestigio, a la Cátedra de lengua catalana de la Universidad de Barcelona.


Eran firmes y progresivos los pasos incluso cuando en el periodo del general Primo de Rivera (1923-1930) pidió el dictador a los hablantes regionales que difundieran la lengua predominante «como único medio eficaz de ensanchar y fortalecer la base racial y espiritual de la España grande».


En el periodo de la Segunda República (1931-1939) Cataluña recuperó buena parte de sus instituciones, o al menos dos importantes: la Generalitat, y el estatus de lengua oficial para el catalán. La constitución de 1931 señalaba en su artículo cuarto: «…a nadie se le podrá exigir el conocimiento ni el uso de ninguna lengua regional». Y añadía en el cincuenta:

«Es obligatorio el uso de la lengua castellana y ésta se utilizará también en todos los Centros de instrucción primaria y secundaria de las regiones autónomas».
Vivió Fabra su exilio a partir de 1939 en Francia, donde murió seis años después en Prada de Conflent, cerca de la frontera con la Cataluña del sur ? / norte . 66500 Prades /
La historia de la lengua catalana transcurre en tres etapas: la monolingüe, la ambilingüe y otra muy reciente, la de la ruptura en Cataluña.
El periodo monolingüe se extiende desde las más antiguas muestras de identidad hasta los inicios del siglo XVI. Durante esa etapa medieval de algo más de tres siglos el catalán es lengua única y habitual de sus hablantes, y desarrolla en Valencia, donde es llamado valenciano, una literatura que ocupa un lugar de privilegio entre las grandes de la humanidad.
El periodo ambilingüe abarca los cinco siglos siguientes, y se inicia cuando la vitalidad de la lengua se desvanece porque sus hablantes, que pertenecen a la corona de Castilla, se apropian del castellano, lengua imperial, para el uso habitual de la comunicación. La lengua del imperio eclipsa también al valenciano, gallego, vasco, asturiano y aragonés. De la misma manera el latín había oscurecido a las lenguas mediterráneas de la antigüedad; y el toscano, hoy más conocido como italiano, por la misma época, a las docenas de lenguas de la península itálica. El proceso no esconde violencia ni imposición. Son los hablantes quienes se apropian de una lengua que les resulta útil. Un caso más reciente lo encontramos en la India y la adopción del inglés. Desde entonces, y hasta ahora, el catalán y las otras lenguas hispánicas viven su periodo de observación del mundo compartido con el castellano, que se instala en la cotidianeidad con la misma naturalidad que las lenguas maternas, es decir, sin esfuerzo alguno, con toda llaneza y sencillez, sin tapujos.
El periodo de ruptura se inicia a principios de los años 1980 cuando España se divide para su administración en diecisiete autonomías. Buena parte de las competencias se concedieron a las regiones, y éstas desarrollaron sus propias leyes. Fue entonces cuando los poderes públicos autonómicos, en un paradójico intento de identificación, señalaron como lenguas propias de Cataluña, del País Vasco y de Galicia al catalán, gallego y vasco, respectivamente. Un embarazoso error, en mi opinión, porque faltó considerar que mucho más propio de los citados territorios es el español, lengua también propia o materna de sus hablantes, asentada durante más de treinta generaciones.
Los poderes públicos regionales, con normativas favorables a las lenguas minoritarias, dictaron leyes que debilitaron las normas elementales de respeto y convivencia, y que en Cataluña condicionaron la libertad de quienes solo hablan castellano, que son mayoría en esa y en todas las demarcaciones hispánicas.
Pero el caso del catalán de Cataluña se hizo más complejo. Veamos las razones.
Se habla catalán o valenciano o balear, que así pueden llamar sus hablantes a la lengua, en los siguientes territorios administrativos:
  1. La ciudad de Alger en la isla italiana de Cerdeña, donde sus hablantes pueden llamarlo alguerés
  2. El territorio francés del Rosellón donde la ciudad más poblada es Perpiñán.
  3. El Principado de Andorra, donde convive con el francés y el español, pero tampoco cuenta con hablantes monolingües.
  4. La Comunidad Autónoma de Aragón
  5. La Comunidad Autónoma de Cataluña donde la ciudad más poblada es Barchinona.
  6. La Comunidad Autónoma de las Islas Baleares donde sus variedades pueden recibir el nombre de malloquí, menorquí o ibicenco.
  7. La Comunidad Autónoma de Valencia, donde recibe el nombre de valenciano.
  8. Y la Comunidad Autónoma de Murcia, donde es también llamado valenciano.
Durante unos cinco siglos los hablantes de catalán-valenciano-balear lo han sido también de italiano, francés o español como lengua complementaria. Pero en las últimas décadas un sector de los hablantes ambilingües de Cataluña, y solo ellos, reivindican su lengua, desde el poder, como única en su dominio autonómico. Para ello han tomado medidas para frenar y eclipsar la presencia del español, que pueden resumirse en las siguientes:
– Desaparición como lengua vehicular en la enseñanza. En Cataluña se puede estudiar en francés, en inglés, en italiano o en alemán, pero no en castellano.
– Prohibición de su uso en la administración (consultas, folletos, documentos, impresos, correspondencia, indicaciones de tráfico…).
– Ausencia del castellano en tantas cuantas indicaciones públicas se esparcen por el territorio ambilingüe.
– Prohibición de rotular en castellano, única lengua que llega a todos los hablantes, y sanción económica a quienes lo hacen. Las otras lenguas del mundo, sin embargo, están autorizadas.
Necesitaríamos una estadística que mostrara con transparencia cuántos son los catalanes monolingües y cuántos los ambilingües, pero ese es el secreto mejor guardado. Para enmascararlo, no se pregunta en las encuestas por la lengua materna o propia de los hablantes, sino por si entiende, lee, habla o escribe, que es la mejor manera de confundir los resultados. Es sabido que mostramos una tendencia natural a engrandecer nuestros conocimientos, y mucho más en lo que se refiere al de las lenguas cuando nadie ha de comprobarlo. De esa manera la implicación del ciudadano con el catalán es, como cabría esperar, casi absoluta. La misma encuesta en Extremadura, donde el estudio de una lengua extranjera es obligatorio en todos los centros de enseñanza, podría deducir que el ochenta por ciento de los jóvenes extremeños leen, entienden, hablan o escriben en inglés.
Los catalanes monolingües, especialmente los jóvenes, imposibilitados para cursar estudios en castellano, lo hacen en catalán y se protegen, si lo desean, con la consigna que el gobierno regional ha dictado de manera subrepticia, que conocer dos lenguas es un bien, por lo tanto nosotros somos más que el resto de españoles, pues ellos solo hablan una. La demagógica consigna oculta lo innecesario de obligar a una comunicación en la lengua menos útil, y sobre todo la privación de un bien inalienable: la libertar para elegir la lengua en que uno quiere formarse.
El catalán de Cataluña, que no el hablado en las otras siete demarcaciones administrativas, se alza así como una lengua que pretende erradicar al español de su territorio, aunque el español sea el único idioma común de los catalanes. Es fácil encontrar museos o exposiciones donde, ajenos a los más elementales principios de respeto a la lengua materna, se usa el catalán y el inglés, y no el español. Cuando visité hace unos años la exposición de los Guerreros de terracota de Xian, un video en catalán se proyectó de manera obligada para los visitantes, mayoritariamente españoles de distintas procedencias, aunque, eso sí, con subtítulos en inglés.
No añadiré, por innecesario, que el conflicto no se repite en ninguna de las otras legislaciones europeas sobre la presencia de lenguas minoritarias en sus territorios.
DOMINIOS AMBILINGÜES DEL CATALÁN-VALENCIANO
TerritorioPaísPoblaciónHablantes ambilingüesLengua principalPolítica
Lingüística
CataluñaEsp7.500.0002.700.000españolImposición del catalán. Eclipse imposible del castellano.
ValenciaEsp5.000.0002.000.000españolLibre elección de la lengua de enseñanza
BalearesEsp1.120.000400.000españolVariaciones según el gobierno regional.
RosellónFra450.00035.000francésSin política lingüística. Iniciativas municipales para el catalán.
AragónEsp1.300.00033.000españolSin política lingüística. Los hablantes no la solicitan
AndorraAnd77.00026.000esp/fraTres lenguas habituales. Libertad de elección.
AlguerIta 44.0008.000italianoSin política lingüística.
MurciaEsp1.500.000350españolSin política lingüística.
TOTAL16.991.0005.169.350
Diremos, para resumir, que las lenguas propias de Cataluña son,  desde el siglo XVI, dos, el catalán y el castellano. Desde entonces los grandes escritores de Cataluña suelen elegir, pues poseen ambas con igual destreza, el castellano. Si en el pasado hubo hablantes monolingües de catalán, hoy ya no existen. Los monolingües de castellano superan, como hemos dicho, a los ambilingües, pero las políticas lingüistas, sin embargo, se conciben como si solo existiera una lengua propia en Cataluña, el catalán.
Se ha instalado la moda, incentivada por las clases políticas, de expresarse en catalán sin tener en cuenta la lengua del interlocutor porque los nacionalistas exaltados han decidido, en falsa reciprocidad, que los hablantes monolingües deben entenderlos como ellos entienden el castellano. El ningún otro momento de la historia de la humanidad se ha desarrollado, a mi entender, tanta irracionalidad en las políticas lingüísticas.
Y se expresan algunos hablantes con tal ligereza y arrogancia que empieza a ser educado en Cataluña humillar a los monolingües. Y ha llegado a tal extremo la exigencia que resulta obligatorio mostrar conocimientos de catalán en distintos grados, aunque los ambilingües sean minoritarios. De cualquier manera, y en contra de todo principio elemental de convivencia, se impone en muchos ambientes por iniciativa del grupo más fuerte la lengua menos útil.