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dijous, 5 de març del 2020

La Diada, Una mentira.

La Diada, Una mentira.

En el 2013, publique este post, que con la cercanía de la fecha, vendría bien recordar.
La historia perdurará por más manipulaciones y falsedades que quieran contar, pues la mentira tiene las patas muy cortas... 


https://www.facebook.com/Corona.Daragon/

La Diada, Una mentira. se confia de tots, com vertaders fills de la Patria, amants de la llibertat
... se confia de tots, com vertaders fills de la Patria, amants de la llibertat, ...

Falsedad sobre la Guerra de Sucesión española

Se ha hablado mucho de la Guerra de Sucesión, sin duda un sueño ideológico para los nacionalistas catalanes que no tiene ningún sentido ni histórico, ni real.

Resumiendo dicha etapa de nuestra historia, Carlos II murió sin descendencia y con un testamento polémico, eso hizo de Felipe de Anjou y el Archiduque de Austria se frotaran las manos para adueñarse de los territorios españoles, al final, quien perdió sin duda fue España, ya que los interesados europeos y los piratas ingleses, se empezaron a dividir los territorios que pertenecían a la Corona. De ese modo se perdió Los Países Bajos, Napoles, Sicilia Gibraltar, Menorca y mucho más...., todo ello por el famoso Tratado de Utrecht, en el cual no hubo participación española, una vez más, el desacuerdo de los Nobles españoles, trajeron las penas y ruinas al pueblo soberano (algo que en nuestros tiempos, estamos sufriendo también).
Mucho se habla de la wikipedia, pero tiene un buen escrito sobre todo lo sucedido.
https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_de_sucesi%C3%B3n_espa%C3%B1ola


El celebrar esa fecha, solo puede ser apoyado por quien no desea ser español e insulta a todos los muertos que el día 11 de septiembre que murieron por una nacionalidad y unidad de España, ya que lucharon por el bien de una Nación y no por la separación de parte del territorio como quieren hacernos ver los nacionalistas y que tanto costó reconquistar a los moros.

Considero una difamación a los que dieron su vida en esa guerra que como siempre, el nacionalismo catalán intenta tergiversar mintiendo y manipulando y prueba de ello y gracias a las nuevas tecnologías quien desee saber la verdad, tiene en la red infinidad de documentos que lo demuestras; afortunadamente ya no solo dependemos de las editoriales catalanas para poder informarnos, la red nos permite leer momentos de nuestra historia que demuestran y desnudan todas las mentiras.

Voy a dar algunos datos y quien tenga dudas, solo tiene que buscar en la red si son ciertos o no.

La verdadera historia del 11 de septiembre de 1714

Todos saben que la Diada, es el día que los catalanes, conmemora una derrota: el asalto a la ciudad de Barcelona por las tropas borbónicas, al mando del inglés Mariscal-Duque de Berwick, el 11 de septiembre de 1714. Lo que ya no es tan sabido es que la guerra no fue una guerra de catalanes y resto de España, sino de Sucesión a la Corona de España y en la que intervino toda Europa

El 1 de noviembre de 1700 moría en Madrid el último rey español de la casa de Austria, Carlos II. Estando ya moribundo y al carecer de herederos, Carlos II, bajo la presión de la aristocracia redactó, un testamento que legaba el Trono a un nieto de Luis XIV, el duque Felipe de Anjou, al que le corresponderá reinar con el título de “Felipe V; testamento que los seguidores del Archiduque Carlos consideraron nulo sobre todo porque esa legación vulneraba lo dispuesto en el Tratado de los Pirineos de 1659.

Fueron varias las razones por las que el pueblo español, principalmente en los territorios de la Corona de Aragón vio con enorme recelo y temor la llegada al Trono de la Casa de Borbón.
A la casa Borbón la apoyó la mayoría de la nobleza castellana, así como comarcas pertenecientes al antiguo reino de Aragón como Castellón, Alicante, el valle de Arán, el interior de las provincias de Barcelona y Valencia, Calatayud o Tarazona.
El Duque de Anjou hacía su entrada por Irún el 23 de enero de 1701. El 18 de febrero de ese año llegaba a Madrid y el 8 de marzo era entronizado por los cortesanos. acude a Barcelona y celebra allí Cortes el 8 de septiembre de 1701, recibiendo el agasajo de la aristocracia.

El 13 de septiembre de 1703 es proclamado en Viena el Archiduque Carlos de Austria como Rey Carlos III de España.
El 14 de octubre de 1705 el pueblo de Barcelona, impulsado por el estudiantado universitario, se alza a favor de la causa de Austria, adhiriéndose al Archiduque. El 16 de diciembre lo hace Valencia. El 27 de junio de 1706 entra Carlos en Madrid, recibiendo una tardía adhesión de quienes momentáneamente lo creyeron ganador. El 29 de junio es jurado Rey en Aragón.
La contraofensiva borbónica, pese a una segunda y fugaz entrada de Carlos en Madrid en septiembre de 1710, es propiciada por la traición de Inglaterra, que abandona su causa para entenderse con la Casa de Borbón.

El 29 de enero de 1712 se inaugura el Congreso de Utrecht. Hasta el 19 de marzo de 1713 mantiene su corte en Barcelona la esposa de Carlos, la Reina Isabel Cristina. Sin embargo, en una asamblea de los «Brazos» el día 9 de julio de 1713 se decide resistir a las tropas borbónicas.

El 6 de marzo de 1714 se firma el Tratado de Rastadt entre Francia y Austria: el gobierno de París, en nombre del Duque de Anjou, renuncia a los territorios españoles de Bélgica, Luxemburgo e Italia.

Barcelona es sometida a asedio y bombardeo. Berwick, que manda las tropas borbónicas, a título de “Generalísimo de las dos Coronas'”, tras haber lanzado un ataque a la misma, da orden de asalto el 11 de septiembre de 1714, habiendo amenazado con pasar la población a cuchillo si se prolongaba la resistencia antiborbónica. Mallorca resiste a los borbónicos hasta el 2 de junio de 1715 en que es tomada Palma.
Destacaron en aquella contienda civil muchos patriotas de una Casa y de otra que veían en la causa de Carlos y la de Felipe la de una España más justa y más libre
Entre esos patriotas mencionaremos aquí: Rafael Casanova y Coma (1660-1743), Consejero jefe de la Generalidad, Doctor en Derecho; Salvador Feliú de la Penya; los guerrilleros Antonio Desvalls, Pere Barceló (Carrasclet), Bach de Roda; el General Josep Moragues, decapitado luego por los borbónicos, que hicieron que su cabeza pendiera 14 días, expuesta a la intemperie, junto a una puerta de la muralla de Barcelona; Antonio de Villarroel, General jefe de Cataluña y comandante de la plaza de Barcelona. Éste último proclamó: “Combatimos por toda la nación española”.

Los catalanes que intentan mantener la dignidad y la honradez intelectual, los que creen que la nación española es un conjunto de leyes, fundamentadas en una Constitución aprobada por todo el pueblo español, que nos iguala a todos en derechos y deberes, los que no están dispuestos a inventarse el pasado, conmemoran que el 11 de septiembre de 1714 Los catalanes se levantaron en armas en nombre de España.

Ferrán Soldevila, historiador nacionalista catalán, dice:
“Hasta el último momento de la lucha los objetivos habían sido los que se hacían constar en el documento dirigido al pueblo: salvar la libertad del Principado y de toda España; evitar la esclavitud que espera a los catalanes y al resto de españoles bajo el dominio francés; derramar la sangre gloriosamente por su rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España” (F. Soldevila, Moments crucials de la Història de Catalunya).

¿Por qué los nacionalistas de hoy han tergiversado los hechos que los nacionalistas de ayer reconocían como ciertos? ¿Por qué historiadores radicalmente nacionalistas como Soldevila coinciden en su explicación de los hechos de 1714 con historiadores no nacionalistas, mientras hoy difieren totalmente e inventan unos hechos que no sucedieron?.
Cabe destacar que en 11 de septiembre de 1714, lucharon en Barcelona gente de toda la Corona aragonesa y de toda España, no solo catalanes, y en las tropas invasoras, había también catalanes.

No hubo enfrentamiento entre regiones:
Al revés de lo que inventan hoy los nacionalistas, la guerra de Sucesión no supuso el enfrentamiento entre Cataluña- Austria y España (o Castilla)-Francia. Ciudades y comarcas pertenecientes al antiguo reino de Aragón como Castellón, Alicante, el valle de Arán, el interior de las provincias de Barcelona y Valencia, Calatayud o Tarazona, fueron partidarias de Felipe V, el rey Borbón. Y lugares como Madrid, Alcalá o Toledo se declararon fieles al aspirante austriaco, el archiduque Carlos. El enfrentamiento interterritorial de 1714 es otra patraña más inventada por el nacionalismo para negar el carácter de guerra civil que tuvo aquella sucesión al trono.

Ningún ejército español tomó Barcelona.
Las fuerzas que integraban el ejército de Felipe V estaban formadas por soldados procedentes de varias regiones españolas y de países europeos. De él formaban parte varios miles de soldados nacidos en Cataluña. En cuanto al bando supuestamente catalán, los soldados que se enfrentaron a Felipe V y fueron derrotados el 11 de septiembre de 1714 estaban mandados por un general, Antonio de Villarroel, que en su última arenga recordó a las fuerzas bajo sus órdenes que estaban luchando “por nosotros y por toda la nación española”.

Los vencedores no destruyeron la identidad nacional de nadie.
El fin del sistema foral que había estado vigente hasta 1714 fue abolido sin que en tal medida existiera la menor voluntad de acabar con una “identidad nacional” que solo se inventaría doscientos años después con personajes como Prat de la Riba. Es otra muestra más de supina ignorancia histórica, cuando no de mala fe y de manipulación, sostener que semejantes argumentos podían encajar en la mentalidad y las estructuras políticas y jurídicas del siglo XVIII.

Felipe V juró en 1702 fidelidad a las leyes de Cataluña, cosa que no siempre habían hecho sus predecesores. Pero los sublevados de 1714 cometieron un delito de lesa majestad. Habían traicionado su juramento de fidelidad y eran culpables del peor de los pecados políticos de la época.

No hay aquí relación jurídica entre estados, solo existía uno, sino una traición a la lealtad debida expresada a través de compromisos personales y colectivos con la dinastía. De modo que los privilegios de las zonas derrotadas fueron abolidos como castigo a la traición dinástica, en modo alguno como procedimiento para destruir una nación que no existía.

Nadie persiguió la lengua catalana.
Los decretos de Nueva Planta, a través de los cuales se articuló el Estado adaptándolo a los mismos criterios modernizadores que se estaban aplicando en otros países y que se consideraban esenciales para organizar con mayor eficacia el único país que existía, es decir, España, en ningún momento prohibieron el uso de la lengua catalana. Los nacionalistas no pueden mencionar ni una sola línea de aquel texto en que se prohíba el uso del catalán. Por la sencilla razón de que no era esa la intención de los decretos. Además el catalán no se utilizaba en la documentación administrativa, jurídica, etc., de las instituciones catalanas. La lengua de la administración, en Cataluña como en toda España, era el latín. Mal podía pues prohibirse el catalán.

Lo único que legislan en este sentido los decretos de Nueva Planta es que los documentos de la Audiencia de Barcelona debían abandonar el latín para usar el castellano. Y esa norma se adoptó en toda España. Se puede argumentar que fue una medida injusta. Pero eso también será falsear la realidad porque supone juzgar con criterios actuales los códigos que regían hace 300 años.

No hubo una reacción “nacional” catalana porque no hubo agresión españolista.
Tras el 11 de septiembre de 1714 nadie en Cataluña lamentó los hechos en el sentido en que se plantea hoy. No hubo una reacción de carácter nacionalista, catalanista, frente a la toma de Barcelona. No existe un solo documento, del tipo que sea, que recoja la queja de un pueblo agredido, de una nación vejada y sometida, o la lamentación por la supuesta prohibición del catalán.

1714 supuso el despegue económico de Cataluña.
Con el desmantelamiento de los últimos residuos feudalizantes de la arcaica sociedad española de la época gracias a leyes importadas de Europa como los decretos de Nueva Planta, la economía catalana quedó lista para iniciar su despegue y pudo convertir a Cataluña como la región más próspera de España. Las medidas políticas del rey Borbón sentaron las bases del desarrollo económico catalán de los siglos XVIII y XIX. Sin el fin de los arcaicos privilegios de la monarquía austriaca tanto en Cataluña, como en el País Vasco, como en el resto del país, España hubiera permanecido anclada quién sabe cuánto tiempo más en el pasado.

No hubo mártires en 1714.
La represión que siguió a la toma de Barcelona fue del mismo tipo y alcanzó la misma intensidad que la desatada en cualquier otro episodio de guerra civil, con independencia de la región que lo viviera. La brutalidad de las represalias resulta espantosa contemplada desde nuestro actual punto de vista, pero no fue más sanguinaria por estar dirigida a los sublevados de Barcelona.
Ni siquiera su supuesto líder, Rafael Casanova, se comportó como el héroe y mártir que hoy nos presenta el nacionalismo. Casanova, que no quería resistir frente al ejército de Felipe V sino negociar la entrada de las tropas en la ciudad, no mostró el menor ardor patriótico y falsificó el certificado de su propia defunción para huir de la ciudad disfrazado de fraile. Se instaló a pocos kilómetros, en Sant Boi de Llobregat, y ejerció tranquilamente su profesión de abogado. No perdió ninguno de sus bienes y a los pocos años fue perdonado públicamente por el rey Felipe V.

Esta es la historia que se han inventado los nacionalistas que se reúnen en Barcelona para conmemorar una patraña de este calibre.

Si 1714 fue una derrota de la “nación” catalana frente a España, ¿por qué ningún contemporáneo lo proclama? ¿Tal vez el miedo, la represión? Pero tampoco lo proclaman los hijos de los derrotados. Ni sus nietos. Durante 150 años nadie se queja del episodio del 11 de septiembre. De hecho no existe la menor protesta hasta que llegan los inventores del nacionalismo, a finales del siglo XIX. La fiesta del 11 de septiembre no se establece hasta 1901, es decir, cuando cuatro extraviados que defienden los intereses económicos de las clases dirigentes catalanas se han inventado ya lo de que Cataluña es una nación. ¿Dos siglos sin sentirse agraviados como nación? ¿No será que no hubo agresión nacional?

dimecres, 3 d’octubre del 2018

Los Mossos, legado, Felipe V, "el burbó"


https://diazvillanueva.com/2017/09/01/los-mossos-el-mas-perdurable-legado-felipe-v/



Los Mossos, el más perdurable legado de Felipe V


La historia es rica en paradojas. El nacionalismo catalán busca su legitimación en la guerra de Sucesión española (1701-1715). En aquella guerra la mayor parte de catalanes apoyaron al pretendiente de la casa de Habsburgo, mientras los castellanos hicieron lo propio con el de la casa de Borbón.

La cosa terminó mal, no tanto para el Habsburgo, que se colocó como emperador del Sacro Imperio antes de que terminase la guerra, como para sus partidarios, abandonados a su suerte en el tramo final de la contienda. Algunos de ellos, los barceloneses concretamente, siguieron guerreando en su nombre hasta que el 11 de septiembre de 1714 el duque de Berwick, general de Felipe de Borbón, más conocido por su ordinal Felipe Vtomó la ciudad después de un agónico sitio.
Una de las primeras medidas que Felipe V adoptó fue la de desarmar a los catalanes, básicamente porque no se fiaba de ellos. Para el Rey, un aristócrata francés que no hablaba una palabra de español /pero el catalán se entiende si hablas francés, ya que el provenzal - occitano es muy similar/
Occitano, 1196, Pedro II, rey de Aragón
Occitano, 1196, Pedro II, rey de Aragón (el aragonés sería bien parecido en 1196)

cuando le entregaron la corona, los catalanes eran el arquetipo de español irritante, amante de sus fuerosingobernable, que no se rinde nunca y que a la que te descuidas se recupera del palo que le acabas de dar y te degüella. Los barceloneses habían resistido hasta el final y era probable que volviesen a levantarse en armas en cuanto tuviesen la oportunidad. Desarmar a la gente desactivaba un problema pero activaba otro. No podrían rebelarse de nuevo, cierto, pero tampoco podrían defenderse de los salteadores, que por aquel entonces menudeaban por toda la geografía española, siempre despoblada y abundante en sierras y caminos de mala muerte.

El bandidaje era un problema antiguo que no encontró una solución más o menos definitiva hasta que, a mediados del siglo XIX, se creo la Guardia Civil.
Mossos d’Esquadra en la procesión del Corpus de Barcelona (1967)
Mossos d’Esquadra en la procesión del Corpus de Barcelona (1967)

Para contener a los bandidos y velar por el orden público el Rey ordenó que se formasen escuadras de payeses que se hubiesen significado por su causa durante la guerra. Pero no eran muchos. La guerra, además, había criado agravios vecinales que, cuando la tortilla se dio la vuelta, se pasaron al cobro.

En 1721 solo había tres escuadras, la de Rodoñá, la de Valls y la de Riudoms, formadas por un total de 36 mozos, tres cabos y un jefePere Anton Veciana Rabassa, lugarteniente del baile de Valls. Veciana se había empleado como arriero durante un tiempo, por lo que conocía todos los caminos del principado. Era, además, leal a Felipe V y lo había sido durante la guerra. Era el hombre adecuado para hacer crecer aquel cuerpo que no terminaba de implantarse.
Sucedió entonces que un antiguo fusilero del bando austracista, Pere Joan Barceló, conocido como Carrasclet, entró desde Francia y atacó Reus con una compañía de exiliados armados, curiosamente, por el duque de Berwick, que en aquel momento se encontraba al servicio del rey de Francia, en guerra con su primo.

Veciana le plantó cara y consiguió que se fuese retirando hacia el norte. Tras el fin de este breve conflicto Felipe V se terminó de convencer de que hacía falta tomarse algo más en serio lo de las escuadras catalanas, hacían falta más mozos, es decir, más mossos, reclutados por los pueblos y aldeas a cambio de un sueldo. A lo largo del siglo, durante los reinados de Fernando VI y Carlos III fueron ganando efectivos y arraigo dentro de Cataluña hasta convertirse en una guardia rural a la que los catalanes cogieron cariño.
Durante siglo y medio el jefe de las escuadras siempre perteneció a la familia Veciana. En 1773 Carlos III emitió un decreto en el que ordenaba “que no salga de la casa Veciana el honor de haber sido el fundador de las escuadras del Principado, por ello concedemos a don Pedro Mártir de Veciana la facultad de nombrar sustituto en el desempeño de su cargo”.

Las escuadrillas rurales para combatir la lacra del bandolerismo funcionaba, por lo que se multiplicaron por España cuerpos de policía local similares. Inspirándose en los Mossos se crearon los Migueletes de Guipúzcoa, los Miñones de Vizcaya y Navarra, los Fusileros de Aragón, los Escopeteros Voluntarios de Granada y Sevilla o los Guardabosques Reales de Extremadura.
En muchos casos los Veciana ejercían de consultores asesorando a las autoridades de otras partes del reino. Lo del tradicional consultor catalán, tipo fiable y concienzudo que sabe mucho de lo suyo, como se ve, no es cosa de ahora. Con el tiempo los Veciana llegaron a ser algo realmente importante, tanto dentro como fuera de Cataluña. Uno de ellos, José Baltasar Veciana Civit, llegó a ser nombrado mariscal de los reales ejércitos, gobernador de la costa de Granada y comendador de la orden de Santiago.
Pero nada dura por siempre por más que Carlos III creyese lo contrario. El cargo de jefe de los Mossos terminó saliendo de la casa de Veciana, pero porque la revolución de 1868, la Gloriosa, suprimió el cuerpo. Los progresistas españoles de entonces, entre los que se encontraba el reusense Juan Prim, lo consideraban algo propio del antiguo régimen ya sin cabida en la nueva España liberal y centralizada al modo francés.

Volverían en 1876 con la restauración borbónica de Alfonso XII y así hasta que Franco volvió a disolver el cuerpo tras la Guerra Civil. Reaparecerían en plena dictadura, en 1951, cuando el Gobierno autorizó a la diputación de Barcelona a revivirlos, pero solo como algo folclórico y con efectivos provenientes del ejército y la Guardia Civil.


Reaparecerían en plena dictadura, en 1951, cuando el Gobierno autorizó a la diputación de Barcelona a revivirlos, pero solo como algo folclórico y con efectivos provenientes del ejército y la Guardia Civil.

El retorno del Borbón en 1975 les trajo de nuevo buena fortuna. El cuerpo fue cedido a la Generalidad y desde entonces es la policía autonómica. En breve se cumplirán 300 años de la revuelta de Carrasclet, que es cuando realmente se constituyen como tales. Pocas cosas quedan en España de hace tanto tiempo. Una de ellas son los Mossos. Els Mossus. Deberían tener el retrato de Felipe V en su sede, y no precisamente vuelto del revés.
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Mi bourbon favorito, el Jack Daniel´s